martes, 26 de enero de 2021

EL CLARIDGE, UN EJEMPLO DEL BRUTALISMO ARQUITECTÓNICO

 


         El brutalismo está de moda. Eso dice un documentado reportaje que publica hoy el diario El País con la firma de Daniel Díaz Martínez. Yo no tenía ni idea de que existía tal cosa, con la categoría de estilo arquitectónico surgido en Europa (concretamente en Gran Bretaña) al término de la II Guerra Mundial y que se expandió en los años siguientes por todo el continente y Estados Unidos. Incluida España, naturalmente, donde hay una espléndida colección de ejemplos, incluido el Hotel Claridge situado a las puertas de la villa de Alarcón, en la antigua carretera N-III y que entró en desuso y abandono cuando se hizo la autovía A-3 y aquella otra dejó de ser útil.

         Sin entrar en profundidades, que no es el caso ni el sitio, la arquitectura brutalista se caracteriza por el empleo predominante del hormigón, imponente tamaño, vocación escultórica y textura rugosa, factores todos que conceden a estos edificios una belleza plástica, a la vez abrumadora y perturbadora.

         Los antiguos usuarios de Auto Res recordarán que, al lado mismo de la estación de autobuses, había un hotel Claridge que servía por lo menos, como recurso urgente, para tomar café con churros cuando uno acababa de llegar desde Cuenca (y otros sitios, claro), de manera que fue la misma empresa la que llevó a cabo la construcción del hotel cerca de Alarcón, obra que encargó al arquitecto Roberto Puig.

Con acceso directo al pantano y al pueblo, 30 habitaciones dobles, seis individuales, piscina, un comedor con capacidad para 100 personas y autoservicio para 500, el Claridge se convirtió desde su apertura en parada obligatoria de todos los autobuses de línea regulares que transitaban la carretera nacional que conectaba Madrid y Valencia. Todo eso terminó cuando en diciembre de 1998 se abrió al tráfico la autovía y de golpe y porrazo, de la noche a la mañana, se acabaron pasajeros, comidas y hospedajes.

         La foto que acompaña estas palabras la hice un día que caminaba por aquella zona y me llamó la atención, lógicamente, la espectral presencia de esa poderosa arquitectura abandonada a la invasión desconsiderada de los matorrales. Como remate de la información que publica el diario madrileño conviene saber que el hotel se encuentra en venta, por solo 750.000 euros. A lo mejor aún lo vemos renacer de su tristeza, quizá como geriátrico o algo parecido.

lunes, 18 de enero de 2021

ALGUNOS PROBLEMAS CON LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

 


             Hace unos días, de manera inesperada, Iñaki Gabilondo anunció desde su espacio diario de comentarios de actualidad, en la Ser, que lo dejaba, se retiraba, cansado y, peor que eso, desesperanzado ante la situación política de este país y convencido de la inutilidad de sus palabras, dirigidas –eso lo digo yo- a una ciudadanía culta, responsable, que respeta la opiniones de unos y otros, sin dejarse llevar por la destemplanza, la burla o el insulto, que es lo que, justamente, está sucediendo.

            Gabilondo ha explicitado sus sentimientos en la entrevista con Luz Sánchez-Mellado en la última página dominical de El País. “Me cuesta muchísimo opinar”, dice en el titular. Y lo explica con más detalle dentro, en el texto: “Las palabras no sirven para el entendimiento, sino la confrontación estéril” y por ello ha acumulado cansancio, convencido de la inutilidad de palabras que llaman a la comprensión y la cordura. Es absurdo estar metido en el follón de la dialéctica insultante, irrazonable, en la que no se atiende ni oye lo que dice el otro, en la que cada cual repite incansablemente el latiguillo que se ha aprendido. “Hasta aquí hemos llegado, porque mis palabras me fatigan. Estoy cansado de que no sirvan”.

            A esa misma conclusión algunos ya habíamos llegado. Durante más de cuarenta años estuve expresando mis opiniones, en este caso sobre Cuenca, con artículos diarios. Ya no opino, no solo las palabras que escribía habían dejado de tener utilidad, sino que suscitaban una reacción visceral, la de quienes viven de proclamar lo políticamente correcto como inmutable verdad absoluta, de la que no se puede discrepar en manera alguna. Eso sí, mientras proclaman el derecho a la libertad de expresión. Siempre que esa expresión esté de acuerdo con ellos y les sirvan de aplauso. La conclusión está a la vista: la opinión ha desaparecido de los medios informativos de Cuenca. De todos, sin excepción. Ante tales perspectivas, solo cabe la retirada a los cuarteles de invierno. [La foto es de El País]

 

sábado, 16 de enero de 2021

ADIÓS A GERARDO MALLA

 


Me pregunto con cierta frecuencia por qué algunos nombres destacan y cuentan con el favor repetido de la popularidad, de manera que los encontramos hasta en la sopa y otros, sin embargo, con los mismos o incluso mayores méritos, suelen pasar desapercibidos para sus paisanos. Es, por ejemplo, el caso del actor y director Gerardo Malla, una de las más destacadas figuras de la escena española, que acaba de morir sin que nunca, en ningún momento, su tierra natal, Cuenca, le ofreciera un mínimo homenaje o reconocimiento y sin que, muy probablemente ni siquiera la mayoría de sus paisanos conociera su existencia y trabajo, a pesar de que aquí actuó por lo menos en seis ocasiones, todas ellas memorables.

            Nació en Buendía en 1936, estuvo casado con la también actriz Amparo Valle (muerta hace un par de años) y fueron padres de los actores y músicos Miguel y Coque.

Gerardo Malla pasó por los más variados géneros, de la comedia y el drama a la ópera y la zarzuela, desde que en 1959 ingresó en el Teatro Español y desde entonces ha alternado actuaciones en teatro, cine y TV. En 1988 se une con el dramaturgo Alonso de Santos, el actor Rafael Álvarez "El Brujo" y el productor Jesús F. Cimarro para fundar la compañía Pentación.

En Cuenca actuó en varias ocasiones. Lo pudimos ver en el Teatro Xúcar, en Pares y Nines, de José Luis Alonso de Santos, como director y actor (28-05-1990); Trampa para pájaros, del mismo autor (14-11-1991), como director; en el Teatro-Auditorio estuvo con El último amante, de Neil Simon, en versión de Amparo Valle, como director y actor (23-09-1994); Bienvenida a casa, de Neil Simon (16-05-1997), director; Los árboles mueren de pie, de Alejandro Casona (15-11-1999), director; El hombrecito, de Carlos País y Américo Torchilli, con música de los hermanos Malla (05-03-2002), actor y director y finalmente en Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gomez, interpretando el papel de Don Luis (15-01-2004).

Durante los últimos años ha estado retirado de los escenarios, limitándose a esporádicas intervenciones en series de TV, como El ministerio del tiempo (2017) o La catedral del mar (2018).

Ya que la Cuenca oficial no ha tenido tiempo de otorgar nunca un reconocimiento a Gerardo Malla, lo hago yo aquí desde ahora, a título particular, recordando con respeto su trabajo profesional, siempre digno y con afecto las veces que coincidí con él en la trastienda del Teatro-Auditorio de Cuenca.

Cierro el comentario con una imagen de la representación de Los árboles mueren de pie, con la enorme interpretación de Amparo Rivelles.



lunes, 11 de enero de 2021

IGLESIA DE SANTA CRUZ: RECUPERADA DE LA RUINA

 


      Quienes ya han podido visitar la Colección de Roberto Polo en la iglesia de Santa Cruz quedan maravillados por la belleza arquitectónica y ornamental de un edificio de los menos conocidos que hay en la ciudad, porque desde que se recuperó tras la ruina solo ha estado abierto el pequeño periodo en que fue Centro de Artesanía.

       Da gusto verlo ahora, tan limpio y bien ordenado, como elegante envoltura para las modernas obras de arte. En su estructura, columnas, arcos y capiteles se puede ver la mano del gran José Martín de Aldehuela, a cuya memoria Cuenca no estará nunca suficientemente agradecida.

       Fue iglesia parroquial hasta mediados del siglo XIX, pero aún permaneció abierta al culto hasta la guerra civil. Después, el desastre, la ruina y el traspaso al Ayuntamiento que en 1979 emprendió los trámites para restaurarla. Así estaba el interior, como muestra la foto de Pinós, cuando en 1981 comenzaron los trabajos de restauración, precedente de los que finalmente ahora se han llevado a cabo.

       Para la historia de la iglesia de Santa Cruz quedan algunas historias interesantes. Desde aquí se organizaba el ritual de las cruces de mayo, cada año. Aquí se descubrieron las momias que fueron a parar a la ermita de San Isidro. Aquí estaban las campanas de Santa María y Santa Bárbara, que ahora se encuentran en San Pedro.

            A la ruinosa iglesia de Santa Cruz dedicó unos versos la poeta venezolana Jean Aristeguieta (1921-2016) en su libro Vitral de fábula, publicado en 1954. La visión del lamentable estado del lugar la conmovió fuertemente. Sin duda, hoy le gustaría ver el remozado aspecto de este bello edificio:

 Quemada vive sólo del recuerdo

ayer con arcos, naves y liturgia.

De lo que fue una vez persiste apenas

una espadaña inerme que custodian

cuervos que graznan insondablemente

y la lucidez reverso de la sombra.

Cruzan los muros pobres alimañas

los helechos reposan en el ábside

y en un limbo de triste soledad

está lo que era aliento de cristal.

 

sábado, 9 de enero de 2021

LA CHURRERÍA DEL TÍO SANTOS BAJA LAS PERSIANAS

 


            No está claro si es culpa de la pandemia, del frío, del temporal de nieve o, sencillamente, que las cosas tienen un final o, al menos, un descanso en espera de tiempos mejores. El caso es que La Churrería ha echado el cierre y ha colocado en las puertas el consabido aviso de que se alquila. Como vivimos en una época de fuerte pesimismo comercial es lógico sentir algunas dudas sobre si el tradicional local podrá ser recuperado, al menos en un plazo breve. Ya veremos. Por ahora no queda más remedio que esperar acontecimientos y ver qué destino espera a uno de los locales más veteranos de Cuenca. El establecimiento fue fundado por Santos González (El Tío Santos) en la calle del Doctor Chirino, a comienzos del siglo XX, cuando la calle no se parecía, ni remotamente, a la que ahora vemos (ni, a decir verdad, nada era como es) pero allí arraigó y ha podido bandear calores y tormentas para llegar hasta hoy. Hace apenas cuatro o cinco años sufrió un ataque de modernismo y el local fue adulterado y transformado en una cosa amorfa y aséptica titulada, para más inri, Torus Coffee. La cosa no funcionó y como corregir es de sabios, al poco tiempo le devolvieron a la histórica churrería, su ambiente popular, sus mesas de mármol y, lo que es más significativo, su habitual café con churros, que de eso se trataba, aunque hubiera también bocadillos, raciones y otras delicatesen apropiadas para almorzar. Por ahora no queda más que esperar a ver qué pasa, aunque es muy sospechoso que se hayan apresurado a quitar el letrero.

viernes, 8 de enero de 2021

AQUÍ TAMBIÉN NIEVA ESTE AÑO

 


Teniendo en cuenta lo que pasa (y lo que está cayendo) a los conquenses se nos ha terminado el mantra habitual y cien veces repetido de que aquí no nieva nunca, como se viene repitiendo desde hacer años justamente cuando se han ido produciendo situaciones como las actuales: nieves y temporales por todo el país, carreteras cortadas e inundadas por el blanco manto, gente tropezando por las calles en pueblos y ciudades, niños arrojándose bolas unos a otros entre muñeco y muñeco, las máquinas a todo tren limpiando los caminos cuando se podía y todo ese repertorio de situaciones que conocemos muy bien gracias al repetitivo espectáculo que nos ofrecen las televisiones.

Pues eso se acabó, al menos por este año. No solo tenemos aquí la nieve, sino que ha venido para quedarse al menos durante unos cuantos días, para poner a prueba los cacareados planes de emergencia que los poderes públicos anuncian a bombo y platillo antes de que llegue la tormenta y que, a la hora de la verdad, demuestran una muy dudosa eficacia, porque ya me dirán cómo el autobús que sube a la Plaza Mayor tiene que interrumpir su trayecto a los dos primeros copos porque no se atreve con la cuesta. En fin, cosas que pasan.

Como resultado plástico bien visible, todos los canales y plataformas visuales se han  llenado de incontables demostraciones de la habilidad fotográfica de las cámaras actuales y así tenemos la ciudad y sus alrededores vistos desde cien ángulos diferente y ofreciendo mil perspectivas llamativas, todas ellas bellísimas.

Nieva sobre Cuenca, este año sí. Hay que aprovecharlo, mientras dure.

 

miércoles, 6 de enero de 2021

UNA CABALGATA DIFERENTE

 


            Como en este tiempo que nos ha tocado vivir todo es diferente, empezando por la obligatoria mascarilla y pasando por el lavado de manos con gel hidroalcohólico a la entrada de cualquier establecimiento público (cosa que cada vez se cumple menos), por no hablar de las teóricas distancias de seguridad, la cabalgata de los Reyes Magos no iba a librarse de tener sus condiciones restrictivas, y las ha tenido. En realidad, en Cuenca no ha habido cabalgata, sino que grupos formados por los tres reyes y algunos, pocos pajes, han ido recorriendo los distintos barrios de la ciudad, empezando a horas mañaneras por las pedanías, eso sí, a buen ritmo, sin detenerse ni dejar que nadie se acercara a ellos y sin repartir caramelos o cualquier otra cosa.

            Aunque el programa previsto ha debido sortear algunas alteraciones, el ritual se ha cumplido más o menos y de esa manera, frente al tópico recorrido habitual de siempre, en esta ocasión los señores Magos han paseado por calles en las que nunca antes habían estado. La gente ha sido prudente, saliendo a la vía pública en número escaso o aplaudiendo desde ventanas y balcones, con el natural contento para la chiquillería, que es la que siempre disfruta de estas cosas.


            
Acompaño este breve comentario con dos imágenes, una con la minicabalgata subiendo a caballo por la calle Alfonso VIII hasta llegar a la Plaza Mayor y otra de la sencilla carroza que recorría las calles de la ciudad nueva, aquí en concreto en la de Aguirre.

 

 

lunes, 4 de enero de 2021

MÚSICA PARA EMPEZAR BIEN EL AÑO

 


Después de muchos meses de ayuno y abstinencia, el sábado pudimos volver a pisar el suelo y ocupar butacas en el Teatro-Auditorio para pasar un buen rato entretenido, distendido, como si fuera posible olvidar las calamidades que venimos arrastrando hace ya casi un año (¡un año ya! Increíble pero cierto) buscando la envoltura amable de la música ligera que se asocia siempre con el nombre de los Strauss y que tiene su momento más significativo en el concierto de Año Nuevo, el que tiene como centro y alma la Filarmónica de Viena, pero que extiende sus ramificaciones por medio mundo. A Cuenca empezó a llegar, todo hay que decirlo, cuando yo fui director del Teatro-Auditorio, el mismo emblemático edificio al que ahora he vuelto para revivir un año más esa mágica experiencia que marca el comienzo de cada año. En esta ocasión estaba en el escenario una formación ya sólida y prestigiosa, la Orquesta Filarmonía, que con mano firme lleva adelante su director, Pascual Osa, que a sus habilidades propias a la batuta acompaña una razonable dosis de capacidad comunicativa, algo muy necesario en este tipo de acontecimientos, en que es preciso contar puntualmente con la connivencia de los espectadores. Lo hizo bien y la orquesta actuó con la seriedad y contundencia que se debe esperar siempre de una formación de esta categoría, acostumbrada al Auditorio Nacional pero que resuelve con la misma contundencia estar en recinto de menos solera, aunque el coliseo de Cuenca ya la tiene bien acreditada.

Se cumplió, pues, el rito, con media entrada, como mandan las normas, bien separados unos de otros, incluidos los músicos, sonaron valses y polcas, con un intermedio que ofreció el director, el sensible Canon de Pachelbel, en homenaje y recuerdo a las víctimas de la pandemia, subieron espectadores para escenificar las bromas de turno y aplaudimos colectivamente la Marcha Radetzky, que no puede faltar nunca en la despedida de este ritual. Después de eso, el Teatro-Auditorio ha vuelto a cerrar las puertas. No nos libramos de este desastre, aunque se agradeció ese momento de respiro.

domingo, 3 de enero de 2021

LA CONDECORADA ARTISTA PAZ MURO

 


            Terminaba el año 2020 (era el 29 de diciembre), cuando se hizo público que el gobierno había concedido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes a 32 personalidades del mundo de la cultura. Los medios informativos, como es natural y suelen hacer, en virtud de una perniciosa costumbre, se apresuraron a destacar los nombres más mediáticos por no decir populacheros, como la cantante Rosario Flores o el cocinero Quique Dacosta, y también otros cuya categoría artística es evidente, junto con una fama popular, como Antonio Resines, Carlos Hipólito, Montxo Armendáriz, Álex de la Iglesia, Adriana Oozores, Emma Suárez, Sara Baras, Antonio Canales, Manolo García, el director de orquesta Gustavo Dudamel, la soprano María Bayo o el filósofo Emilio Lledó, sin que faltara, como estrambote final, la Real Maestranza de Caballería.

            Ningún medio informativo nacional tuvo la osadía de destacar entre ese repertorio de nombres ilustres uno que en la referencia oficial aparece discretamente envuelto por otros de más lustre y relumbrón, pero ahí está: Paz Muro, dice la nota ministerial, “es una artista multidisciplinar, pionera de la performance en nuestro país. Su obra destaca por cuestionar, en general, el rol de la mujer en la sociedad contemporánea y, en particular, el papel subalterno que ha tenido en la historia del arte. Artista de artistas, su trabajo es inclasificable y se ha desarrollado principalmente al margen de la institución, a la que interpela de forma irónica y sutil. Su larga trayectoria ha sido reconocida en los últimos años, como prueba su inclusión en muestras como Mínima Resistencia, que tuvo lugar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2013-2014), y Genealogías Feministas del Arte Español 1960-2010, organizada por el MUSAC de León (2012-2013)”. Pionera en España del arte conceptual, es una artista solitaria, nada amiga de los floripondios y de la que existen escasísimas imágenes personales.

            Paz Muro nació en Cuenca en un momento concreto que ella siempre ha ocultado, pero que se sitúa en la década de los años 30, o sea, que se encuentra cerca de los 90 años o quizá los ha cumplido ya. De su nombre no hay rastro alguno en los periódicos conquenses de ese largo periodo, entre otros motivos porque ella tampoco ha hecho nada especial para poner de manifiesto su posible conquensismo. Y así, entre el desinterés de unos y de otros, hay que llegar a este final de año para que, de golpe y porrazo, nos enteremos de que una paisana se ha hecho acreedora a la Medalla de Oro a las Bellas Artes porque es una de las principales artistas de nuestra época. Toma ya.

 

sábado, 2 de enero de 2021

LA CIUDAD SE VISTE DE BLANCO

 


         Llegó primero la nieve a la Serranía. Los audaces que, sin miedo a coronavirus ni a patinazos aprovecharon el primer día del año para acercarse hasta las inmediaciones de las montañas se apresuraron a transmitir esas bellísimas imágenes que, aunque repetidas desde el comienzo de los tiempos, siempre vienen acompañadas de un encanto especial. Con las cascadas del río Cuervo en cabeza, todo un reguero de impresiones visuales ha ido circulando por eso que llaman las redes, o sea, de teléfono en teléfono, moderno sistema que ha venido a sustituir al clásico boca a boca. Los pesimistas, que los hay -no solo eso: abundan- se apresuraron a correr el bulo, generalmente cierto, de “ya veréis como a Cuenca no llega, y es cierto que durante los últimos años la nieve se ha hecho cara de ver por estos rincones capitalinos.

  


Pero los augurios negativos fallaron y tras un primer, tímido anuncio, coincidencia con el día inicial del año, este 2 de enero hemos visto caer sobre nosotros, calles, plazas y rincones arriscados, incluidas las conciencias humanas, un suave manto de nieve, escasa, desde luego, pero suficiente para blanquear los paisajes inmediatos y cubrir de tímidos, bellos copos, las aceras y los delicados arbustos del parque de San Julián, para acompañar con su silenciosa presencia el alegre juego de los niños, que se han apresurado a vivir la eterna experiencia de arrojarse copos unos a otros (o a los mayores, que es más divertido). No se cuánto tiempo durará entre nosotros este regalo del cielo y ni siquiera se puede adivinar si en los próximos días se repetirá la visita, quizá incluso con más abundancia. Por lo pronto, la nieve está aquí y si eso es augurio de bienes, como dice el refrán clásico, doblemente bienvenida sea.

 

viernes, 1 de enero de 2021

UN DAÑO COLECTIVO

 


         Empieza un año nuevo, cargado de incertidumbres y con el ánimo colectivo ligeramente decaído ante la serie de circunstancias adversas que nos acongojan y sin que todavía haya tiempo para calibrar con seguridad si la esperada y deseada vacuna es la panacea que va a solucionar nuestros males.

            En el reparto de culpas por lo que está pasando hay algunos lamentos un poco desconcertantes. En muchos bares de la ciudad aparecieron hace días unos letreros que transmiten una queja colectiva, razonable, y una especie de acusación a no sabe quien: “Nos arruinan”, dicen los carteles. Y uno, que pasa por delante y los ve, se pregunta: ¿Quién arruina a estas pobras personas? Lo hace el virus, claro, pero el virus no sabe leer y además le importa un cuerno que alguien se arruine. Luego debe haber alguien más, un ser o seres concretos, que de manera consciente están buscando la ruina de estos establecimientos. ¿Eso es así? Quizá sea solo el lamento de la impotencia ante lo que está sucediendo, una reacción que seguramente podríamos compartir muchos más, tan dañados o perjudicados como los dueños de bares y restaurantes.