martes, 17 de enero de 2023

CON FELIPE Y NICOLÁS EN CUENCA


 No me gusta poner aquí fotos personales, pero hoy voy a hacer una excepción, como recuerdo póstumo a Nicolás Redondo, un hombre excelente, un político y sindicalista honesto, que acaba de morir. Aquí está, en Cuenca, año 1979, mano a mano con Felipe González, cuando ambos vinieron a inaugurar la Casa del Pueblo del PSOE. Ahí estoy yo, con unos cuantos años menos, planteando a Felipe quién sabe qué, mientras Nicolás escucha atentamente y mis compañeros José Ángel García y Alfonso Víllora acercan sus micrófonos. Es un instante de nuestra historia doméstica, la de esta ciudad. Y un recuerdo a la figura y el trabajo de Nicolás Redondo.

martes, 3 de enero de 2023

LA NUEVA FACHADA DE LA CASA CATALINA

 


            Se ha despejado estos días uno de los secretos mejor guardados, aunque algo se podía ir adivinando entre las hendiduras de la malla que cubría la fachada y que ahora, ya desaparecida, permite contemplar en toda su integridad el resultado final de la intervención, de manera que ya sabemos, con total claridad, cual es el resultado de la reconstrucción, restauración o reelaboración (qué generoso es nuestro idioma creando equivalencias) de la fachada de la Casa Catalina. Y como es natural, el resultado se presta a que cada cual lo interprete según sus propios gustos y opiniones.

            La Casa Catalina está en la calle José Cobo número 6. Se la llama así porque fue propiedad de Juana Morales, casada con Millán Catalina, hermano del escritor y político Severo Catalina. El proyecto de edificación fue elaborado por el arquitecto Elicio González Mateo en 1925, aunque la construcción total se retrasó hasta 1934. El edificio original tenía cuatro plantas en altura y en 1953 se le añadió la quinta. En la baja siempre hubo oficinas o tiendas; ahí estuvo, por ejemplo la Fiscalía de Tasas o el Banco Central. Por encima había viviendas.

            La fachada siempre ha sido una de las más elegantes y vistosas de Cuenca, con una composición totalmente regular de huecos con balcones, un atractivo mirador en la segunda planta y en la última un coqueto juego de huecos laterales, todo ello embellecido por elementos de cerámica y azulejería esmaltada. Como ocurre siempre con el paso del tiempo, el edificio se fue deteriorando y más cuando quedó totalmente vacío, tanto de vecinos como de establecimientos comerciales, con lo que surgió el plan fácil que a cualquiera se le ocurre: derribarlo y hacer otro nuevo y distinto. Se organizó la oportuna escandalera popular y al fin, a pesar de que inicialmente se mostró reticente, intervino la Comisión del Patrimonio y en 20129 se dictó una norma tajante: hay que conservar la fachada, tal cual.

            Y, en efecto, así ha ocurrido, como ya se puede comprobar. Lo que pasa es que al lado de esa fachada se han construido, nuevos y diferentes, otros dos elementos que llaman la atención por su curiosa organización espacial, con abundancia de esquinas salientes y entrantes, de manera que el edificio ahora tiene dos aspectos muy diferentes, incluso contradictorios, como chocando entre ellos. La fachada antigua se ha salvado, cierto, pero quedando arropada por dos nuevos sectores que estéticamente no tienen nada que ver con el original.

        Con lo que el resultado se presta, primero al desconcierto y luego al debate: ¿Queda bien o mal? ¿Hubiera sido mejor que los extremos siguieran el estilo del bloque central o es mejor que sean totalmente diferentes? ¿Es una obra vulgar o mejora el aspecto general de la ciudad moderna? Como es habitual, habrá opiniones para todos los gustos. Por lo pronto, ahí está la nueva fachada para darnos tema de conversación.