sábado, 4 de noviembre de 2023

FUNDACIÓN DEL COLEGIO DE INFANTES DE CORO

 


Tal día como hoy, 5 de noviembre, pero del año 1645, el canónigo Diego Mazo de la Vega, arcipreste de la catedral de Cuenca, dicta testamento. Entre sus disposiciones figura una trascendental: “Es mi voluntad de fundar como fundo, un colegio o seminario donde se críen y asistan los dichos Infantes, con su maestro y rector y lo demás necesario y se les alimente y vista y enseñe la música y la gramática”. Acaba de nacer el Colegio de Infantes de Coro de San José, que quedará ubicado en un sobrio pero magnífico edificio en la actual Ronda de Julián Romero, la Posada de San José, donde se mantiene el nombre de aquella ejemplar institución.

EN RECUERDO DE ÁNGEL DEL CAMPO

 


Tal día como hoy, 4 de noviembre, del año 1944, muere en Madrid el científico e investigador Ángel del Campo Cerdán, dolorido y amargado tras la depuración sufrida como consecuencia de la guerra civil. Había nacido en Cuenca en 1881 y tras una meteórica carrera estudiantil logró el doctorado en Ciencias Químicas, ingresó como profesor en la Universidad y comenzó una destacadísima actividad investigadora. Montó un laboratorio de espectroscopia, pionero en España, temática sobre la que publica una amplia serie de artículos y en pocos años se convierte en uno de los químicos españoles más relevantes, mientras impulsa la presencia de científicos españoles en las sociedades internacionales, destacando en especial su participación en la Comisión Internacional de Nomenclatura Química. Miembro de la Real Academia de Ciencias desde 1927, su discurso de ingreso, pronunciado el 15 de junio, versó sobre “La evolución del sistema periódico de los elementos químicos”. Durante la fase final de su trabajo estuvo vinculado a la Sanidad Nacional en un momento clave para la difusión y análisis de nuevos medicamentos; a Ángel del Campo se debe la introducción en España de la vitamina B, que preparó por primera vez en su laboratorio, con una extraordinaria aplicación popular durante los difíciles años de la guerra civil y postguerra. Durante la guerra civil permaneció vinculado a la República, trabajando en el Instituto de Terapéutica Experimental y, desde 1938, en el Instituto nacional de Higiene de los Alimentos, lo que le convirtió en víctima inútil de los expedientes de depuración realizados por el régimen franquista y que le amargaron los últimos años de su vida, sin que jamás hubiera participado en ninguna actividad política. Como intelectual avanzado y preocupado por las novedades científicas, se sintió atraído por la fotografía, que aplicó no solo a la temática profesional sino a un espacio visual que le interesaba profundamente, el paisaje inmediato a la ciudad de Cuenca, que plasmó en cientos de placas con las que organizó una exposición en el Ateneo de Madrid, donde también promovió la Asociación de Amigos de Cuenca.

 

 

OBRAS DE NUNCA ACABAR… NI DE EMPEZAR

 


Filósofos, sociólogos y gente de parecidos profundos conocimientos han escrito ya de manera suficiente y han comentado qué facilidad tiene el ser humano para acostumbrarse a cosas que, de momento, le pueden parecer insólitas o extrañas, pero con el paso del tiempo se introducen en nuestras vidas y costumbres, hasta llegar a formar parte de la existencia cotidiana, de manera que llega un momento en que nadie se extraña, más aún, ni siquiera pregunta qué hace allí aquello que lleva meses o incluso años y que encima, de propina, es una molestia para los ciudadanos además de ofrecer un feo espectáculo.

Veamos un ejemplo muy concreto. En la Plaza de la Constitución, donde empieza Carretería, hay colocado un andamio que, se supone, protege el desarrollo de unas obras que se están haciendo en su interior. Ese andamio se colocó no hace menos de tres años y desde entonces es un estorbo para todos los peatones que cruzan por ahí y especialmente para los que quieren acceder a los comercios de esa zona. Pero resulta que nadie está haciendo obra alguna, no hay albañiles trabajando, los andamios son perfectamente inútiles, no protegen de nada ni a nadie. ¿A alguien se le ha ocurrido retirarlos? ¿Alguno de los cientos de ciudadanos que diariamente pasan por ahí se pregunta cuándo van a terminar las obras que ni siquiera han empezado? ¿Alguien opina que ese es un espectáculo antiestético en plena ciudad moderna?

 


Para refrescar la memoria, aquí añado ahora una foto de cómo era ese edificio antes de que lo ocultaran los inútiles andamios. ¿Volveremos a verlo alguna vez? O, lo que quizá es más interesante, además de curioso, ¿empezarán alguna vez las obras?