miércoles, 31 de agosto de 2022

UN SOLAR CON POCA SUERTE

 


No son frecuentes los cambios de imagen drásticos en el seno de la ciudad consolidada, pero acaba de ocurrir, con la demolición del Pabellón Luis Yúfera que, curiosamente, sucede a otra anterior, porque en esta misma parcela estuvo el primitivo Instituto Hervás y Panduro, el primero de carácter exclusivamente femenino que hubo en Cuenca, mientras que el Alfonso VIII era solo masculino, en aquellos tiempos en que parecía cosa propia del demonio que chicos y chicas pudieran estar juntos ni para estudiar. ¡Qué tiempos!

Pues bien, en esa parcela, al lado del Colegio Menor Alonso de Ojeda y frente a la Escuela de Magisterio, se construyó en 1963 el nuevo Instituto, cuya vida probablemente es de las más cortas que se conocen, porque apenas diez años después había entrado en un imparable proceso de ruina, a causa de la mala cimentación que la constructora había realizado, seguramente por no tener en cuenta que lo estaba levantando sobre tierras movedizas, de manera que hubo que hacer otro nuevo, en la zona de Buenavista, y derruir el que ya existía.

Siguió pasando el tiempo y en 1992 se levantó el Pabellón Polideportivo Luis Yúfera, mediante un acuerdo entre el Ayuntamiento de Cuenca y la Universidad de Castilla-La Mancha, con la intención inicial de que sirviera de apoyo a la Escuela de Magisterio como su propio espacio deportivo, algo que nunca llegó a existir, sino que el Pabellón ha servido, de manera poco brillante, todo hay que decirlo, para canalizar parte de la actividad deportiva municipal. Con una pista central y un pequeñísimo espacio para el público, su vida ha transcurrido sin pena ni gloria, hasta llegar aquí, en que por necesidades urbanísticas ha sido también derribado, ya que su presencia, por lo que dicen, estorba para la realización de las obras de corrección del imponente socavón que hay en sus proximidades. O sea que, adiós, adiós, otra vez.

Y como ya tampoco existe la Escuela de Magisterio, también arrasada por las máquinas, podemos concluir que este paraje urbano es ciertamente desdichado.

SE VENDE UN EDIFICIO

 



Lo normal, hasta ahora, en Cuenca, que es que las viviendas o pisos se venden una a una. Es más insólito que se venda un edificio entero, aunque alguno hay por ahí pendiente de comprador, como ocurre con el que fue convento de las Celadoras, en la Plaza del Salvador, pero esto es comprensible porque, por sus grandes dimensiones (y precio, claro) es difícil que aparezca un solo comprador. Esta adquisición queda reserva a alguien, generalmente un colectivo o empresa, que vea la utilidad de dedicar tal inmueble a una función social, tal como podría ser un hotel o edificio administrativo y por ahora no parece que surja nadie que de el paso adelante. Pero el caso que hoy traigo aquí es otro, porque se vende también un edificio entero, pero de proporciones más asequibles y con un destino utilitario al alcance seguramente de economías mejor preparadas. Desde hace días está colocado el cartelón que anuncia la venta en este inmueble, en la calle Pilares, frente a la fachada lateral del convento de las petras. Ahí salen varias viviendas, claro, pero también, y sospecho que puede ser el destino final, quizá despierte las apetencias de eso que ahora se llama un emprendedor que planee aprovechar la oportunidad para preparar una dotación de alojamientos de uso turístico, horizonte al que se encamina, de manera apresurada, el casco antiguo histórico de Cuenca. Esto es una predicción. Veremos si acierto o me equivoco.

sábado, 27 de agosto de 2022

FLORES EN LA CALLE ALFONSO VIII

 

No abundan las flores en el interior de la ciudad de Cuenca. A diferencia de otros lugares, donde hay preciosos jardincillos urbanos, ocupando cualquier resquicio, una placeta, una fuente, cualquier rincón, entre nosotros las flores brillan por su ausencia, incluidos los parques y jardines, dedicados de manera prioritaria a los árboles y arbustos, pero no a las flores. Pues aquí, adheridas al poste de una señal de tráfico, hay un breve pero emotivo ramillete de flores, que manos amorosas han colocado para restaurar el que se puso hace un año, en recuerdo de un desgraciado accidente que en la curva de San Felipe, subiendo a la Plaza Mayor, costó la vida a una persona. Ese ramo de flores lo recuerda y aparte su valor simbólico personal, tiene este otro añadido de que incorpora un toque sensible en el áspero trayecto urbano de la calle de Alfonso VIII. Y un detalla digno de agradecer: hasta ahora, los bárbaros las han respetado. Felicidades.

miércoles, 24 de agosto de 2022

ARTE EN GANCHILLO, EN VARA DE REY

 


En los pueblos, casi todas las fiestas son iguales, o muy parecidas. Hay un esquema básico que se repite aquí y allá, pero que resulta muy atractivo para los habitantes del lugar y también para los que acuden desde los próximos. De vez en cuando es posible encontrar una idea original, algo novedoso que rompe ese esquema. Lo he encontrado estos días en Vara de Rey, donde las fiestas ya han terminado, dejando detrás, como último recuerdo, una bonita y colorista carpa elaborada por las mujeres del pueblo con la habilidosa técnica del ganchillo. Cada una de ellas hizo una de estas piezas circulares, según su propio criterio y modelo y luego todas han sido engarzadas, formando una especie de carpa, que cubre el espacio central de la Plaza del Pilar (que es como decir Plaza Mayor) y aportando así un toque de elegante y creativa artesanía, muy agradable de ver. Vara de Rey, para quien no lo sepa, está al sur de la provincia de Cuenca, en medio de un espacio básicamente agrícola, con una curiosísima iglesia inacabada, un espectacular palacio señorial (de los Melgarejo) y una gran ermita dedicada a la virgen del Rosario, a la que se llega subiendo un camino no menos curioso, con sus bordes cubiertos por esculturas de madera dedicadas a representar animales salvajes, desde el águila al lobo. O sea, que merece la pena darse una vuelta por allí.

martes, 23 de agosto de 2022

EL GARAJE DE LA PLAZA MAYOR

 


Los nostálgicos, que siempre los hay para todo, suelen aparecer de vez en cuando en las redes sociales para añorar los tiempos en que los coches invadían Carretería o se podía aparcar en la Plaza Mayor. Algunos pensamos que lo mejor que puede ocurrir a una ciudad civilizada es que los coches estén lo más lejos posible de las calles y que ahora es un hermoso espectáculo contemplar Carretería libre de esos objetos y, a cambio, invadida por paseantes y terrazas, pero como digo, hay quienes piensan lo contrario. Mejor suerte tiene los que añoran ver la Plaza Mayor llena de vehículos aparcados, porque a pesar de que tal cosa, teóricamente, no es posible, la realidad va por otro camino y ese querido recinto urbano, ciertamente complicado de mantener, se ve sometido casi de manera constante a la presión de quienes lo usan como garaje. Y si no, a la vista ofrezco la muestra, tomada una de estas mañanas agosteñas.

sábado, 20 de agosto de 2022

UN PENOSO ESPECTÁCULO

 

Está bien que la ciudad se limpie lo más frecuentemente posible, combatiendo la crónica tendencia de los seres humanos a repartir suciedad a diestro y siniestro. Está bien que la empresa concesionaria de la recogida de basuras lo haga de la manera más correcta posible, sabiendo que nunca se podrá alcanzar la perfección, tal es la cantidad ingente de desperdicios que los humanos generamos en nuestras viviendas y locales comerciales, lo que se traduce en una casi permanente acumulación de bolsas de basura y objetos varios en torno de los contenedores, cada vez más y de más colores, repartidos por las calles. Todo lo que se hace y se pueda hacer está bien. Pero además haría falta, por parte de esa misma empresa concesionaria del servicio (y del Ayuntamiento, último responsable del tinglado) que los contenedores ofrecieran un aspecto si no impoluto por lo menos presentable, limpios y enteros. Ese de la foto, situado en la zona céntrica de la ciudad, al lado de la subdelegación del gobierno, en el fragmento de calle que hay entre las de Hermanos Valdés y Juan Correcher es un penoso ejemplo de descuido y suciedad. La ciudad no se merece ofrecer semejante espectáculo, tan deprimente. Debería ser sustituido a toda velocidad, sin trámites ni dilaciones.

 

domingo, 7 de agosto de 2022

EL SILENCIO DE LOS MEDIOS INFORMATIVOS

 

En el episodio truculento de la eliminación del tren convencional por Cuenca, ejecutado al mejor estilo autoritario del antiguo régimen, mediante la aplicación efectiva y directa del ordeno y mando, sin estudios previos, sin debate parlamentario o social, sin consideración alguna a los daños que pudieran producirse, hay un componente que personalmente me ha llamado mucho la atención, teniendo en cuenta quien soy, esto es, un periodista de la vieja escuela, que ha creído siempre, hasta ahora en que empiezo a dudarlo, en el valor objetivo de las noticias y en el interés de los medios informativos por acudir allí a donde hay un hecho digno de ser aireado y quizá comentado. Durante casi veinte años fui corresponsal de una agencia de noticias, Europa Press, y de un diario, El País, en el que estuve integrado desde el día en que nació y hasta 1990. Por eso se que no es fácil que un medio de información de ámbito nacional abra en sus páginas huecos para acoger noticias diminutas de provincias insignificantes; intentarlo era un singular combate dialéctico con el responsable de turno de la sección de Nacional para conseguir convencerlo de que aquello que ocurría en Cuenca merecía un hueco en el amplísimo contenido del gran periódico. Ahora ya no hay corresponsal de El País en Cuenca y probablemente de ningún otro periódico importante. Por eso -y llego ya a la conclusión final de este comentario- uno de los ingredientes de este suceso que me han impactado especialmente es la total ausencia de repercusión en los medios de ámbito nacional. De lo que pasa en los locales, condicionados por la publicidad de las instituciones oficiales, no digo nada. Bastante tienen con esa servidumbre, pero el silencio ominoso de los nacionales es el reflejo de algo mucho más profundo: el total desinterés de los grandes periódicos por lo que ocurre en la España real. A esos efectos, Cuenca ha dejado de existir. Los pequeños problemas domésticos que puedan ocurrir aquí no tienen ningún interés ni van a obtener relevancia alguna. Esa es la tristísima consecuencia última que acongoja a alguien que lleva ejerciendo el periodismo, como informador y comentarista, desde hace más de sesenta años. Una pena.