sábado, 31 de diciembre de 2022

TOMAR LAS UVAS EN CUENCA

 


Hasta ahora, me parece, a nadie se le ha ocurrido hacer una campaña publicitaria recomendando Cuenca como lugar ideal para pasar el día de fin de año y comerse la correspondiente tanda de uvas de la suerte. Los tópicos ponen la mirada en sitios tan vulgares como la isla de Bali, las Canarias, Punta Cana o la Plaza Mayor de Madrid, donde el personal se puede atiborrar a gusto de ruidos, molestias y apretujones. Ajenos a esas tonterías ya muy gastadas, muchos, muchísimos turistas inteligentes y de buen gusto pasan en Cuenca el día final del año. Daba gusto verlos esta mañana paseando en nutridos grupos bajo la dirección de un atento guía turístico, de calle en calle del casco antiguo o cubriendo hasta el último metro disponible en las terrazas de la Plaza Mayor, gracias, todo hay que decirlo, al bondadoso tiempo que hoy nos acompaña, con amable sol incluido. Ese movimiento espontáneo debería ser utilizado por quienes tienen competencia en turismo para organizar debidamente la celebración y eso pasa, como es lógico, por una buena campaña de publicidad: Cuenca, el sitio ideal para pasar el último día del año. Como es natural, habría que preparar también algún programa lúdico atractivo, porque pasear por el casco antiguo y tomarse una caña aquí y otra allí parece poca cosa. Un poco de imaginación creativa ayudaría. No hay más que tomar nota y hacerlo. Todos los que están cansados de ir a playas exóticas lo agradecerán.

 

lunes, 26 de diciembre de 2022

MOTEROS NAVIDEÑOS

 


Ahí van, calle Alfonso VIII abajo, ruidosos, escandalosos, pero pacíficos, sin meterse con nadie, que es lo que debe ocurrir siempre. Invasión de moteros vestidos (más o menos) de Papá Noel, alegrando esta mañana del raro día de Navidad a toro pasado. También esta es una buena forma de felicitación, o al menos, a mí parece que ofrecen un espectáculo amable, una forma colectiva de celebración y de aportar algún tipo de espectáculo entretenido al monótono paisaje urbano de cada día. Los moteros navideños hacen de repartidores de algarabía, de ilusiones (para quienes lo somos y nos gustaría dar un paseo sobre dos ruedas), de juguetes, incluso, para quienes lo necesitan. Viene, pasan, se van, desaparecen y dejan tras de sí un rastro de nostálgica presencia, apenas unos minutos un poco ruidosos, para conmover la tranquila, silenciosa mañana del día de fiesta.

domingo, 18 de diciembre de 2022

LOS FAMOSOS LLENAN LAS SALAS

 

Todos los medios de comunicación de esta ciudad envuelta en tópicos han repetido miméticamente lo mismo: “Santiago Posteguillo llena el MUPA”. Cuando yo estudiaba periodismo (qué tiempos aquellos, no por lejanos, sino por diferentes) lo noticiable era lo que se salía de la norma, lo que tenía matices distintos, excepcionales. No es noticia, se nos decía, que un perro muerda a un hombre; la noticia es que un hombre muerda a un perro. Esa distinción noticiable ha desaparecido; en su lugar, el control lo tienen los gabinetes de comunicación, que se encargan de preparar la nota oficial que distribuyen a los medios y estos ni siquiera se toman la molestia de introducir una nota diferenciadora: toman la nota y la colocan tal cual, incluyendo el título. Por eso todos dicen, como papagayos sin iniciativa, que “Santiago Posteguillo llena el MUPA”, envuelto, naturalmente por los políticos de turno, cuya preocupación por la cultura es acudir a hacerse la foto al lado del famosillo de turno, como si esa cercanía les infundiera un valor especial o les diera (que es lo que esperan) cuatro votos de más en las próximas elecciones. Naturalmente, a esos políticos de andar por casa no se les verá nunca en una conferencia seria, un concierto riguroso, la presentación de un libro de un autor local o desconocido. Ahí no hay foto con un famosillo de turno, ahí no hay “lleno total” en la sala, ahí no habrá votos que poder llevarse a las urnas. Y así va la cultura por aquí. En espera del próximo lleno multitudinario.

 

viernes, 16 de diciembre de 2022

DE ROMA A CUENCA PASANDO POR NEW YORK

 


En estos tiempos en que todo anda revuelto, en fusión, combinación y mezclas, raciales y gastronómicas, no debe sorprendernos, al contrario, es una excelente idea, cantar en inglés y al ritmo de los años dorados de Broadway y Hollywood, teniendo como sombra protectora la de una hermosa escultura romana. La idea la han puesto en práctica Javier Viñas y Manuel Murgui, dando forma sonora a un delicioso concierto en la sala Segóbriga del Museo de Cuenca. Siguiendo la estela de The Great American Songbook, la voz ciertamente bien timbrada, con un agradable sentido melódico, de Javier Viñas nos ha ido llevando a través de varios de los grandes nombres (Irving Berlin, los hermanos Gershwin, Cole Porter, tantos otros) de aquel periodo espléndido de la música americana, el que ilustró enormes bandas sonoras de películas o vibró en acogedores recintos repartidos por todo el país. Desde allí, estas melodías llegaron al viejo continente y arraigaron, hasta formar parte de nosotros mismos, incluso varias generaciones después. Todo ha sido amable y encantador en esta tarde decembrina, en que la música ofrecida por esta creativa pareja se filtraba a través de las esculturas, los capiteles y las estelas heredadas de la vieja y entrañable Roma. Y aseguro que el contraste era muy armónico. Una admirable fusión, vaya.

 

MÁS CASCOTES, AHORA EN CARRETERÍA

 


Comentaba el otro día sobre la caída de cascotes en un edificio de la calle de San Juan y al poco tiempo han caído más en un sitio bien diferente, en el centro más moderno y movido de la ciudad, en pleno Carretería, como para demostrar que en este tipo de cuestiones no hay diferencias entre el casco antiguo y el nuevo, el de arriba o el de abajo. El sitio elegido por el destino para precipitarse a tierra es ese bonito edificio de tonos modernistas que tiene en la planta baja el Bar Martina. Según contaron los vecinos del lugar, no hubo aviso previo, sino que el voladizo se vino abajo por las buenas y como por fortuna era de noche, las piedras no cayeron sobre nadie por lo que no hubo desgracias personales que lamentar. Llegaron los bomberos, sanearon la fachada y allí quedó todo, en el susto de quienes lo vieron al día siguiente. Imagino que ahora solo falta arreglar el desperfecto pero se me ocurre que ya de paso y con el mismo esfuerzo, podrían retirar también el antiestético cartelón publicitario que durante los últimos años ha estado entorpeciendo la visión de esa bonita fachada, aunque no se si a alguien se le ocurrirá tener en cuenta una tontería estética como la que aquí apunto. Claro que a lo mejor toca la flauta y lo arreglan del todo.