Han vuelto los Días de Arte
Conquense, esa singular empresa cultural y artística que Carlos Codes va
desarrollando, como una singladura de tierra adentro que lleva adelante, por lo
general, con notable habilidad, propiciando que esta ciudad, que fue un día
faro de la creatividad, intente mantener vivo aquel viejo y siempre recordado
espíritu.
Y vuelven con una muestra que siempre resulta arriesgada, sobre todo si, como ocurre en este caso, no se estructura a partir de una idea, una generación, un estilo, algo que le de coherencia, aún admitiendo que los participantes sean diferentes entre sí, como seres dotados de personalidad propia. Para llevar a cabo esta selección, amplia, quizá en exceso, no parece que el promotor haya impuesto ninguna condición, de manera que aquí podemos ver, en mescolanza, nombres muy diversos, unos consagrados, otros primerizos y ahí está, quizá el principal problema de esta muestra, titulada con acierto Renacer, como renaciendo estamos todos, intentándolo al menos, para poder salir del desastre que nos acongoja desde el mes de marzo.
Aquí están, en las salas del Centro Aguirre, reunidos, una treintena de pintores, algunos consagrados y otros noveles, con nombres como El Manchas, Luis del Castillo, el recientemente fallecido Miguel Ángel Moset, Jesús Ocaña, Emilio Morales, Tomás Bux, Grupo Arte 6, Pedro Romero Sequí, Manuel Macías, Pilar Conesa, Andreas Meyer, Luisa Muñoz Vallejo, Marta Díaz, Chema Albareda, Ángel Izarra, Rafael Miranzos, Victoria Santesmases, Ángela de la Vega, Mar Serrano, Lira, Miguel B., Jesús Lozano, Mateo de la Vega, Celia Guillén o Luz Porras.
La muestra, que
se puede visitar hasta el 17 de noviembre ofrece una panorámica amplia, pero
desigual, de la situación del arte pictórico actual en Cuenca. En la misma
variedad del colectivo reunido en la exposición se encuentra el interés y, a la
vez, las dudas, porque si desde luego es atractivo saber que en la ciudad sigue
habiendo un nutrido grupo de artistas, que practican un amplio abanico de
géneros y estilos, por otro lado en esa misma variedad se encuentra un punto de
cierto desasosiego, al hacerse coincidir figuras consagradas y de amplio
prestigio con otros artistas primerizos, incluso alguno todavía en el nivel de
aficionado, lo que produce, inevitablemente, un cierto agravio comparativo.
Pero es claro que aparte esta sutileza de observador, la idea es muy acertada y
el resultado satisfactorio. Sobre todo porque viene a decirnos que esta ciudad,
tan aletargada los últimos años, sigue registrando en su seno un inagotable sentimiento
artístico.