Ha pasado el tiempo y ha
llovido ya desde entonces. El 21 de octubre de 1985 un grupo de animosos
ciudadanos, encabezados por Carlos de la Rica, se reunió en la Plaza de la
Merced para asistir al acto de colocar y descubrir una placa cuyo texto es
(era) bien representativo del espíritu amplio y generoso de su impulsor: “Aquí cimientos de
Mangana, asentóse la aljama y sinagoga conquense. En su recuerdo, el Ayuntamiento
de Cuenca. Año 1985”. Para dar fe de que, efectivamente, la iniciativa contaba
con el beneplácito municipal, allí estaban el alcalde, José Ignacio Navarrete,
y su concejala de Cultura, Consuelo Ruipérez. La placa quedó situada en la pared
del antiguo convento de la Merced, ahora ocupado por las Blancas.
No se cuánto tiempo estuvo la placa en su
sitio. Años, seguramente. Hasta que un día desapareció, sin que nadie se
percatara y, mucho menos, sin que alguien levantara la voz. Donde estuvo aún se
puede apreciar el sitio, marcado por unas señas de cemento que sirvieron para
sujetarla a la pared.
Carlos de la Rica ha sido uno de los
personajes más determinantes del acontecer cultural de Cuenca, un auténtico
dinamizador de costumbres sociales, impulsor de un concepto de ciudad
cosmopolita, abierta a todos los vientos, generosa en sus horizontes, lejos de
la cutrería tan querida por otros muchos. A ese afán correspondía su permanente
dedicación a abrir las puertas a gentes y corrientes de otras culturas y en esa
actitud tuvo cabida este gesto de querer recordar a la comunidad judía, que
durante siglos habitó y trabajó en el barrio de Mangana.
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