lunes, 24 de abril de 2023

EL DÍA QUE MURIÓ NINO BRAVO

 


Estos días pasados se ha hablado mucho, sobre todo en las televisiones, del triste cumpleaños (50 ya) del día en que murió Nino Bravo, uno de los cantantes españoles de mayor proyección artística, cuya potente y bien timbrada voz continúa siendo un punto de referencia esencial en el ámbito de la canción en este país. Se ha hablado mucho, pero quizá poco del lugar en que ocurrió el tremendo accidente y de lo que en ese punto hay para recordar su memoria. Lo contaré aquí, tal como lo vivimos los periodistas aquel día.

Km. 95 de la N-III. Lunes santo, 16 de abril de 1973, 10,30 de la mañana. Nino Bravo, su guitarrista Pepe Huesa y el Dúo Humo (Fernando Romero y Miguel Ciaurriz) salen de Valencia poco antes de las ocho de la mañana con destino a Madrid. El propósito del cantante era apoyar a sus jóvenes compañeros que viajaban a la capital para grabar su primer disco y también realizar algunas gestiones propias en su casa discográfica, Polydor-Fonogram. El viaje lo hacen en un BMW nuevo, modelo 2800, matrícula GC 66192 casi recién comprado. Lo conduce Nino Bravo. Salen de Madrid a las 7,30 de la mañana. Lo último que hace Nino Bravo es dar un beso a su hija María Amparo, dormidita en su cama. Hacia las 9,15 de la mañana hicieron un alto en Motilla del Palancar para repostar gasolina y desayunar en el hotel del Sol; Nino Bravo se comió un pepito de ternera. Luego siguieron camino. No había pasado todavía una hora cuando en una zona de curvas, en el término municipal de Villarrubio, el coche se salió de la carretera y dio varias vueltas de campana. Aunque la curva es cerrada, no es especialmente peligrosa. Los dos jóvenes músicos que iban en el asiento de atrás resultaron ilesos y salieron del coche fácilmente por su pie. El copiloto, Pepe Huesa, quedó atrapado y tuvo que ser rescatado trabajosamente por otros conductores que inmediatamente se detuvieron al lado del vehículo accidentado. La peor suerte le correspondió a Nino Bravo, mortalmente herido. En coches particulares fueron todos trasladados a Tarancón para recibir los primeros auxilios en el hospital de Santa Emilia, donde no había especialistas ni material adecuado para poder atender al artista, cuyo estado de gravedad era evidente por lo que se decidió trasladarlo a Madrid en ambulancia, pero falleció cuando faltaban pocos kilómetros para llegar, ingresando ya muerto en el hospital Francisco Franco, el actual Gregorio Marañón. Murió hacia las 12 del mediodía, en brazos de su compañero Fernando. En el lugar del accidente, en Villarrubio, un pequeño monumento ajardinado en torno a una cruz recuerda el punto en que Nino Bravo perdió la vida. En el pedestal, tres escudos, los de Villarrubio, Valencia y Aielo de Malferit, su lugar natal.

 

sábado, 22 de abril de 2023

EL DÍA QUE ASTRANA DEBUTÓ EN ABC

 


Un 22 de abril, pero del año 1936, Luis Astrana Marín publica su primer artículo en el diario ABC, periódico al que permanecerá vinculado toda su vida. Nacido en 1889 en Villaescusa de Haro, desde niño mostró las habilidades que habrían de marcar su vida y que impulsaron a la familia a hacer el esfuerzo de llevarlo a los franciscanos de Belmonte, donde inició el Bachillerato, y luego al seminario de San Julián, en Cuenca , donde encontró el medio de acercarse a la vida mundana, tan alejada entonces de los severos muros del seminario, llegando incluso a componer e interpretar un pasodoble que fue estrenado en el Círculo de La Constancia, en 1909, además de tener contactos con el mundo literario local y publicar algunos poemas en los periódicos de la época.

Dotado de una inteligencia poco común, siendo estudiante, empezó a desarrollar una labor de crítica literaria de ambiciosos planteamientos. Tras realizar un viaje de reconocimiento por los países de Europa, en especial una estancia de un año en el Trinity College, de Londres, de donde volvería dominando a la perfección el idioma, en 1911 se establece de manera definitiva en Madrid. En la capital de España ingresó briosamente en las filas del periodismo literario, de tanta tradición y raigambre, colaborando de forma habitual en los más prestigiosos diarios del momento hasta recalar en el que habría de ser su periódico más estable, ABC, al publicar allí su primer artículo el 22 de abril de 1936 aunque la vinculación plena se consigue al término de la guerra civil, mostrándose siempre escritor agudo, innovador y polémico, sobre todo en la inquina que mostró, sin cortapisas, sobre la Generación del 27, a la vez que exaltaba de modo apasionado a los clásicos de los Siglos de Oro y empezaba a publicar la impresionante serie de ediciones críticas de las obras de Cervantes, Quevedo y Lope de Vega, que se suman a la obra monumental que habría de darle prestigio y una cierta tranquilidad económica, las Obras Completas de William Shakespeare, en traducción directa del inglés.

Siendo, como fue sin duda alguna, uno de los más destacados literatos españoles del siglo XX, los honores habituales le fueron negados y, en especial, el de pertenecer a la Real Academia de la Lengua. Fue el comprensible agravio con que se castigó su díscola integridad desde un cuerpo colegial que elige a sus miembros por cooptación. Había arremetido contra escritores consagrados, buscando en ellos defectos, errores y plagios, desde su segundo libro (Las profanaciones literarias. El libro de los plagios), es decir, cuando tenía 30 años y estaba empezando a destacar en el mundo literario y remató la faena en 1922 con Gente, gentecilla y gentuza. En ambos, la flor y nata de las letras españolas quedaba en solfa y al descubierto no pocos de los pecados que suelen existir en este ámbito. Como castigo, no le dejaron entrar en la Academia.

La ciudad de Cuenca, que luego ha sido desagradecida con Astrana, al retirar su nombre del Colegio Público de Las Quinientas, le rindió un homenaje el 5 de septiembre de 1956, en presencia de un nutrido grupo de la intelectualidad de la época, encabezado por Federico Muelas.

 

SOLIDARIDAD EN LA LIMPIEZA

 


Viajar por los pueblos de nuestra provincia ofrece en ocasiones algunos momentos singulares, aparte la visión repetida de calles, monumentos (si los hay), parajes y demás cuestiones habituales en cualquier viaje. Uno de los últimos episodios curiosos lo encontré en Horcajada de la Torre, en vísperas de Semana Santa, cuando me acerqué a la iglesia, cuyas puertas estaban excepcionalmente abiertas de par en par porque en su interior un equipo de hacendosas mujeres se dedicaba con singular empeño a la tarea de limpiar el templo, con el ánimo de dejarlo a punto para esos días. Era, desde luego, una imagen muy estimulante, porque en Horcajada de la Torre, como en casi todos los lugares de esa comarca, quedan ya muy pocos vecinos residentes y que varios de ellos, mujeres (insisto) se dedicaran con tanto ánimo a esa faena limpiadora era un ejemplo claro y rotundo de conciencia colectiva, de solidaridad participativa, muy lejos de los tópicos y vacíos discursos con que nos obsequian quienes de vez en cuando nos hablan de esas cosas desde la pomposa tribuna de oradores. Estar a pie de tierra, ver la realidad, como me ocurrió ese día, es una imagen mucho más eficaz que la palabrería hueca. Por cierto, la fábrica de esta iglesia, que yo no conocía, es verdaderamente espectacular, digna de verse.