martes, 11 de octubre de 2022

UN RÍO INVISIBLE

 


Ahí, debajo de esa maleza, hay un río. Se adivina que existe tal cosa porque el trazado lineal de la ruta, entre dos grandes paredones, permite suponer que por en medio corre una corriente líquida pero además, aguzando el oído, es posible detectar el rumor del agua deslizándose sobre el pavimento. Y hay otro dato más: cualquier habitante de Cuenca sabe que ahí, en ese sitio, está el río Huécar, que viene formando parte de la ciudad desde el principio de los tiempos y ante esa certeza colectiva no hay nada que decir. Sí, por ahí va un río, el Huécar, aunque no se puede predecir cual será su futuro, si la enorme vegetación que ya lo oculta sigue creciendo, apoderándose de todo el espacio. La naturaleza es sabia y en nuestra tierra hay múltiples ejemplos de ello, dando como resultado una maravillosa conjunción de elementos cuyo ordenado equilibro favorece la implantación de la belleza. Pero es claro que cuando algún elemento se desordena es preciso que llegue la habilidad humana para controlarlo. Por eso hay jardineros que cuidan de árboles, flores y plantas. Por eso debería llegar alguien con parecidas funciones para recortar y controlar el desafuero de vegetación salvaje que se está apoderando del Huécar haciéndolo invisible. Vamos, algo normal en todas partes, nada excepcional. Aunque en Cuenca, por lo que parece, lo más sencillo tiene dimensiones apocalípticas.