Después de muchos años de abandono por anteriores corporaciones, la actual parece haberse tomado en serio lo de recomponer y arreglar la ciudad en la parte más visible, las calles. Desde hace unas semanas están afanándose en devolver a las de la parte moderna la dignidad que no debieron perder nunca; huecos que almacenan años de polvo, aceras deshechas, rayas que deberían estar en el asfalto y quedaron borradas hace tiempo y otras menudencias parecidas está siendo puestas en orden para satisfacción colectiva.
Podría parecer que todo eso quedaba
reducido a la modernidad pero miren por donde también le ha tocado a un aspecto
muy sensible del casco histórico, el enguijarrado que, por fortuna, aún
sobrevive en muchas calles alejadas del tráfico y que, por ello, no fueron
víctimas del innoble adoquín, apropiado para otras latitudes pero no para la
nuestra. A lo que voy: calles delicadas y encantadoras, como la de San Juan, la
de Caballeros (que está en la foto) redescubren ahora lo que es un delicado
trabajo manual, porque los guijarrillos hay que ponerlos uno a uno y mejor con
cuidado, que echándolos al mogollón no quedan bien. Entonemos un aleluya a los
cielos y esperemos que la bondadosa actuación continúe a paso firme.
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