Ahí van, calle Alfonso VIII abajo, ruidosos, escandalosos,
pero pacíficos, sin meterse con nadie, que es lo que debe ocurrir siempre.
Invasión de moteros vestidos (más o menos) de Papá Noel, alegrando esta mañana
del raro día de Navidad a toro pasado. También esta es una buena forma de
felicitación, o al menos, a mí parece que ofrecen un espectáculo amable,
una forma colectiva de celebración y de aportar algún tipo de espectáculo
entretenido al monótono paisaje urbano de cada día. Los moteros navideños hacen
de repartidores de algarabía, de ilusiones (para quienes lo somos y nos gustaría
dar un paseo sobre dos ruedas), de juguetes, incluso, para quienes lo
necesitan. Viene, pasan, se van, desaparecen y dejan tras de sí un rastro de
nostálgica presencia, apenas unos minutos un poco ruidosos, para conmover la
tranquila, silenciosa mañana del día de fiesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario