domingo, 7 de agosto de 2022

EL SILENCIO DE LOS MEDIOS INFORMATIVOS

 

En el episodio truculento de la eliminación del tren convencional por Cuenca, ejecutado al mejor estilo autoritario del antiguo régimen, mediante la aplicación efectiva y directa del ordeno y mando, sin estudios previos, sin debate parlamentario o social, sin consideración alguna a los daños que pudieran producirse, hay un componente que personalmente me ha llamado mucho la atención, teniendo en cuenta quien soy, esto es, un periodista de la vieja escuela, que ha creído siempre, hasta ahora en que empiezo a dudarlo, en el valor objetivo de las noticias y en el interés de los medios informativos por acudir allí a donde hay un hecho digno de ser aireado y quizá comentado. Durante casi veinte años fui corresponsal de una agencia de noticias, Europa Press, y de un diario, El País, en el que estuve integrado desde el día en que nació y hasta 1990. Por eso se que no es fácil que un medio de información de ámbito nacional abra en sus páginas huecos para acoger noticias diminutas de provincias insignificantes; intentarlo era un singular combate dialéctico con el responsable de turno de la sección de Nacional para conseguir convencerlo de que aquello que ocurría en Cuenca merecía un hueco en el amplísimo contenido del gran periódico. Ahora ya no hay corresponsal de El País en Cuenca y probablemente de ningún otro periódico importante. Por eso -y llego ya a la conclusión final de este comentario- uno de los ingredientes de este suceso que me han impactado especialmente es la total ausencia de repercusión en los medios de ámbito nacional. De lo que pasa en los locales, condicionados por la publicidad de las instituciones oficiales, no digo nada. Bastante tienen con esa servidumbre, pero el silencio ominoso de los nacionales es el reflejo de algo mucho más profundo: el total desinterés de los grandes periódicos por lo que ocurre en la España real. A esos efectos, Cuenca ha dejado de existir. Los pequeños problemas domésticos que puedan ocurrir aquí no tienen ningún interés ni van a obtener relevancia alguna. Esa es la tristísima consecuencia última que acongoja a alguien que lleva ejerciendo el periodismo, como informador y comentarista, desde hace más de sesenta años. Una pena.

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