El brutalismo está de moda. Eso dice un
documentado reportaje que publica hoy el diario El País con la firma de Daniel Díaz Martínez. Yo no tenía ni idea
de que existía tal cosa, con la categoría de estilo arquitectónico surgido en
Europa (concretamente en Gran Bretaña) al término de la II Guerra Mundial y que
se expandió en los años siguientes por todo el continente y Estados Unidos.
Incluida España, naturalmente, donde hay una espléndida colección de ejemplos,
incluido el Hotel Claridge situado a las puertas de la villa de Alarcón, en la
antigua carretera N-III y que entró en desuso y abandono cuando se hizo la
autovía A-3 y aquella otra dejó de ser útil.
Sin entrar en profundidades, que no es
el caso ni el sitio, la arquitectura brutalista se caracteriza por el empleo predominante
del hormigón, imponente tamaño, vocación escultórica y textura rugosa, factores
todos que conceden a estos edificios una belleza plástica, a la vez abrumadora
y perturbadora.
Los antiguos usuarios de Auto Res
recordarán que, al lado mismo de la estación de autobuses, había un hotel
Claridge que servía por lo menos, como recurso urgente, para tomar café con
churros cuando uno acababa de llegar desde Cuenca (y otros sitios, claro), de
manera que fue la misma empresa la que llevó a cabo la construcción del hotel
cerca de Alarcón, obra que encargó al arquitecto Roberto Puig.
Con
acceso directo al pantano y al pueblo, 30 habitaciones dobles, seis
individuales, piscina, un comedor con capacidad para 100 personas y
autoservicio para 500, el Claridge se convirtió desde su apertura en parada
obligatoria de todos los autobuses de línea regulares que transitaban la
carretera nacional que conectaba Madrid y Valencia. Todo eso terminó cuando en
diciembre de 1998 se abrió al tráfico la autovía y de golpe y porrazo, de la
noche a la mañana, se acabaron pasajeros, comidas y hospedajes.
La foto que acompaña estas palabras la
hice un día que caminaba por aquella zona y me llamó la atención, lógicamente,
la espectral presencia de esa poderosa arquitectura abandonada a la invasión
desconsiderada de los matorrales. Como remate de la información que publica el
diario madrileño conviene saber que el hotel se encuentra en venta, por solo
750.000 euros. A lo mejor aún lo vemos renacer de su tristeza, quizá como
geriátrico o algo parecido.
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