Como en este tiempo que nos ha tocado vivir todo es diferente, empezando por la obligatoria mascarilla y pasando por el lavado de manos con gel hidroalcohólico a la entrada de cualquier establecimiento público (cosa que cada vez se cumple menos), por no hablar de las teóricas distancias de seguridad, la cabalgata de los Reyes Magos no iba a librarse de tener sus condiciones restrictivas, y las ha tenido. En realidad, en Cuenca no ha habido cabalgata, sino que grupos formados por los tres reyes y algunos, pocos pajes, han ido recorriendo los distintos barrios de la ciudad, empezando a horas mañaneras por las pedanías, eso sí, a buen ritmo, sin detenerse ni dejar que nadie se acercara a ellos y sin repartir caramelos o cualquier otra cosa.
Aunque
el programa previsto ha debido sortear algunas alteraciones, el ritual se ha
cumplido más o menos y de esa manera, frente al tópico recorrido habitual de
siempre, en esta ocasión los señores Magos han paseado por calles en las que
nunca antes habían estado. La gente ha sido prudente, saliendo a la vía pública
en número escaso o aplaudiendo desde ventanas y balcones, con el natural
contento para la chiquillería, que es la que siempre disfruta de estas cosas.
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