Después de muchos meses de ayuno y abstinencia, el
sábado pudimos volver a pisar el suelo y ocupar butacas en el Teatro-Auditorio
para pasar un buen rato entretenido, distendido, como si fuera posible olvidar
las calamidades que venimos arrastrando hace ya casi un año (¡un año ya! Increíble
pero cierto) buscando la envoltura amable de la música ligera que se asocia
siempre con el nombre de los Strauss y que tiene su momento más significativo
en el concierto de Año Nuevo, el que tiene como centro y alma la Filarmónica de
Viena, pero que extiende sus ramificaciones por medio mundo. A Cuenca empezó a
llegar, todo hay que decirlo, cuando yo fui director del Teatro-Auditorio, el
mismo emblemático edificio al que ahora he vuelto para revivir un año más esa
mágica experiencia que marca el comienzo de cada año. En esta ocasión estaba en
el escenario una formación ya sólida y prestigiosa, la Orquesta Filarmonía, que
con mano firme lleva adelante su director, Pascual Osa, que a sus habilidades
propias a la batuta acompaña una razonable dosis de capacidad comunicativa,
algo muy necesario en este tipo de acontecimientos, en que es preciso contar
puntualmente con la connivencia de los espectadores. Lo hizo bien y la orquesta
actuó con la seriedad y contundencia que se debe esperar siempre de una
formación de esta categoría, acostumbrada al Auditorio Nacional pero que
resuelve con la misma contundencia estar en recinto de menos solera, aunque el
coliseo de Cuenca ya la tiene bien acreditada.
Se cumplió, pues, el rito, con media entrada, como
mandan las normas, bien separados unos de otros, incluidos los músicos, sonaron
valses y polcas, con un intermedio que ofreció el director, el sensible Canon
de Pachelbel, en homenaje y recuerdo a las víctimas de la pandemia, subieron
espectadores para escenificar las bromas de turno y aplaudimos colectivamente
la Marcha Radetzky, que no puede faltar nunca en la despedida de este ritual.
Después de eso, el Teatro-Auditorio ha vuelto a cerrar las puertas. No nos
libramos de este desastre, aunque se agradeció ese momento de respiro.
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