sábado, 2 de enero de 2021

LA CIUDAD SE VISTE DE BLANCO

 


         Llegó primero la nieve a la Serranía. Los audaces que, sin miedo a coronavirus ni a patinazos aprovecharon el primer día del año para acercarse hasta las inmediaciones de las montañas se apresuraron a transmitir esas bellísimas imágenes que, aunque repetidas desde el comienzo de los tiempos, siempre vienen acompañadas de un encanto especial. Con las cascadas del río Cuervo en cabeza, todo un reguero de impresiones visuales ha ido circulando por eso que llaman las redes, o sea, de teléfono en teléfono, moderno sistema que ha venido a sustituir al clásico boca a boca. Los pesimistas, que los hay -no solo eso: abundan- se apresuraron a correr el bulo, generalmente cierto, de “ya veréis como a Cuenca no llega, y es cierto que durante los últimos años la nieve se ha hecho cara de ver por estos rincones capitalinos.

  


Pero los augurios negativos fallaron y tras un primer, tímido anuncio, coincidencia con el día inicial del año, este 2 de enero hemos visto caer sobre nosotros, calles, plazas y rincones arriscados, incluidas las conciencias humanas, un suave manto de nieve, escasa, desde luego, pero suficiente para blanquear los paisajes inmediatos y cubrir de tímidos, bellos copos, las aceras y los delicados arbustos del parque de San Julián, para acompañar con su silenciosa presencia el alegre juego de los niños, que se han apresurado a vivir la eterna experiencia de arrojarse copos unos a otros (o a los mayores, que es más divertido). No se cuánto tiempo durará entre nosotros este regalo del cielo y ni siquiera se puede adivinar si en los próximos días se repetirá la visita, quizá incluso con más abundancia. Por lo pronto, la nieve está aquí y si eso es augurio de bienes, como dice el refrán clásico, doblemente bienvenida sea.

 

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