viernes, 1 de enero de 2021

UN DAÑO COLECTIVO

 


         Empieza un año nuevo, cargado de incertidumbres y con el ánimo colectivo ligeramente decaído ante la serie de circunstancias adversas que nos acongojan y sin que todavía haya tiempo para calibrar con seguridad si la esperada y deseada vacuna es la panacea que va a solucionar nuestros males.

            En el reparto de culpas por lo que está pasando hay algunos lamentos un poco desconcertantes. En muchos bares de la ciudad aparecieron hace días unos letreros que transmiten una queja colectiva, razonable, y una especie de acusación a no sabe quien: “Nos arruinan”, dicen los carteles. Y uno, que pasa por delante y los ve, se pregunta: ¿Quién arruina a estas pobras personas? Lo hace el virus, claro, pero el virus no sabe leer y además le importa un cuerno que alguien se arruine. Luego debe haber alguien más, un ser o seres concretos, que de manera consciente están buscando la ruina de estos establecimientos. ¿Eso es así? Quizá sea solo el lamento de la impotencia ante lo que está sucediendo, una reacción que seguramente podríamos compartir muchos más, tan dañados o perjudicados como los dueños de bares y restaurantes.

 

 

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