El mensaje es claro y transparente: se vende o se alquila. Lo que quiere decir que las puertas de este local están cerradas desde hace ya varias semanas, poniendo en el ambiente del casco antiguo de Cuenca una especie de sentimiento de desamparo, porque Las Tortugas forma parte del barrio desde el año 1975, que se dice pronto, medio siglo ya desde que Sinesio Barquín decidió poner un rumbo diferente en su vida y abrió este local orientado inicialmente a ser un bar de copas, un lugar propicio para los encuentros nocturnos, en un tiempo en el que estas cosas aún aparecían envueltas en un halo de misterio, de transgresión y eso, encima, teniendo que ir hasta la lejanía de lo insondable, porque para esta ciudad subir a los últimos rincones del casco antiguo, fuera de Semana Santa o la Vaquilla, era una aventura propia de las rutas exóticas. Pero el invento funcionó, como también lo hacía el cercano Los Elefantes y así entre uno y otro dotaron a la calle Pilares de un singular encanto que pervivió durante muchos años. Luego Las Tortugas amplió su espectro culinario, a medida que fueron cambiando los tiempos, y las copas más o menos alcohólicas dejaron paso a los montaditos, los canapés, las raciones hasta llegar, después de la muerte de Sinesio y su traspaso a otro propietario, a ser un auténtico restaurante, con carta de platos y terraza en la Plaza Mayor, uno de los lugares más apetecible de este espacio gracias a que es el más alejado de los coches y eso siempre es muy de agradecer. Ahora Las Tortugas está cerrada; sus últimos usuarios han cambiado las molestias (y atractivos) del casco histórico por otro local asentado en el espacio moderno, el Togar y en la ahora bastante silenciosa calle Pilar el letrero advierte claramente de las intenciones: se vende o se alquila. Las semanas van pasando y nadie parece decidirse. Las inmóviles tortugas del emblema esperan a saber cuál será su por ahora incierto destino