La
fotografía tiene la enorme virtud de que nos permite conocer visualmente el
ayer y el hoy, cómo eran las cosas y cómo son ahora. Sobre todo, nos permite
comprobar la evolución de la ciudad. Aunque la fotografía, en general, tiene ya
un par de siglos de vida, desde que Niepce empezó a desarrollarla, en Cuenca disponemos
de imágenes suficientes a partir de comienzos del siglo XX, de manera que
gracias a esas imágenes podemos ver cómo han ido cambiando las cosas. Por
ejemplo, la Cueva de Orozco, llamada también del Tío Serafín, que se encuentra
a la entrada de la Hoz del Huécar, pasada la Puerta de Valencia. Empecemos por
la imagen más antigua, la que va por delante de estas líneas.
En
1929, en su libro “Postales Conquenses”, Basilio Martínez Pérez, cuenta que ese
lugar “ha sido siempre habitación de menesterosos; en la actualidad, es
vivienda del tipo más raro que pasea la ciudad: Celes. Así llaman a este joven
de voz atiplada que mendiga, por Cuenca, ofreciendo estropajo y olorosas
plantas a las mujeres. Es inútil ofrecer trabajo a este mancebo fornido; sus
manos, dice, no se hicieron para emplearlas en trabajos serviles. Prefiere
mendigar, y mendiga, el dueño y señor del castillo de piedra de la Cueva de
Orozco”.

Así
eran las cosas hace poco más o menos un siglo y así continuaron, con
modificaciones, al paso de las décadas, en que la cueva fue alojamiento de
familias modestas, necesitadas de vivir en cualquier sitio, aunque incómodo e
insalubre, como era éste. Hasta que llegaron tiempos mejores y, tras una etapa
de abandono, astutas mentes emprendedoras descubrieron las posibilidades de ese
lugar para transformarlo en amable restaurante, con una no menos amistosa
terraza, al aire libre de la Hoz, con vistas espléndidas sobre los rascacielos
de Santa Catalina.
Y
como el negocio prosperó y las cosas iban bien, decidieron dar un paso más, cubriendo
la terraza con un artilugio que no sé cómo denominar, pero que se ha apoderado
de todo el espacio disponible hasta casi ocultar por completo la entrada de la
Cueva, un lugar que, deduzco, no tiene la consideración de monumento, ni cuenta
con protección patrimonial alguna, con lo que cada cual puede hacer lo que le
parezca oportuno.
Menos
mal que tenemos las fotografías antiguas para saber cómo era la Cueva de Orozco
y qué es lo que hemos perdido con tantos cambios.