martes, 15 de abril de 2025

DON DIMAS, A LOS CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO

 


Dimas Pérez Ramírez, don Dimas siempre, nació en Tarancón el 15 de abril de 1925, ahora hace cien años justos. Estudió Filosofía en el Seminario Conciliar de San Julián (1943-45), Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca (1945-49) y Derecho Canónico en la Universidad de Comillas, en Madrid (1961-64) títulos a los que añadió el de Historia del Arte Religioso por la Universidad Pontificia de Salamanca (1985). En esta ciudad fue ordenado sacerdote en 1949 y de inmediato se incorporó como profesor al Seminario Menor de Uclés (1949-59). Tras una breve etapa en la parroquia de Fuente de Pedro Naharro (1959-61), pasó una temporada en Madrid desarrollando diversas funciones pastorales hasta que en 1971 regresó definitivamente a Cuenca para hacerse cargo del puesto de canónigo archivero diocesano que ocupó hasta su jubilación en el año 2000 y que resultó providencial en su actividad investigadora, al tener a su alcance el incalculable legado de los documentos generados por la diócesis, y en concreto los procedentes del tribunal de la Inquisición, en el que encontró materia para numerosísimos trabajos, además de llevar a cabo la ordenación sistemática de los legajos existentes.

            Durante toda su vida mantuvo una intensa actividad en el terreno de la divulgación cultural, especialmente orientada hacia temas históricos y religiosos, a través de la prensa diaria, revistas especializadas, micrófonos de las emisoras locales, conferencias y pregones. Sus publicaciones abarcan un amplio abanico de cuestiones relacionadas con la iglesia, la historia y el arte, actividad para la que estaba personalmente muy bien dotado porque fue un auténtico comunicador nato, asequible, directo y comprensible. Ingresó en la Real Academia Conquense de Artes y Letras el 29 de octubre de 1987 con un discurso titulado “Orden de Santiago y obispado de Cuenca: relaciones históricas”, uno de sus temas preferidos. Fue miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia y capellán del Real Hospital de Santiago de Cuenca y nunca le faltaron ganas de entrar en polémicas, sobre todo las que mantuvo en distintos medios para reivindicar la naturaleza taranconera de Melchor Cano, frente a quienes pretendían llevarla a otros horizontes.

A Uclés y su monasterio dedicó sus primeras publicaciones, apenas unos folletos divulgativos pero su entrada real en el mundo editorial la hizo con una obra ciertamente valiosa, Pedro de Villadiego y el retablo mayor de Tarancón (1978) en el que daba a conocer y estudiaba el espectacular retablo que cubre el presbiterio de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. En Uclés, último destino de Jorge Manrique (1979) volvió, ahora ya con mayor profundidad, a escudriñar los misterios de su querido monasterio. Su conocimiento de los entresijos del archivo le permitió publicar un folleto muy entretenido, Brujas en la Mancha, brujas en la Alcarria (1980) al que siguió el importante Catálogo del Archivo de la Inquisición de Cuenca (1982) que ya había conseguido poner en orden, a pesar de los numerosos desafueros que había sufrido. Preparó una nueva edición de las Relaciones de pueblos del obispado de Cuenca, de Julián Zarco (1983) y puso en mis manos la edición de otra joya, La custodia de la catedral de Cuenca (1985), que editamos desde Gaceta Conquense y a continuación me pidió colaboración para diseñar y maquetar dos pequeñas obras divulgativas, Uclés, cabeza de la Orden de Santiago y El Real Hospital de Santiago de Cuenca (ambas en 1990).

Su vocación inalterable hacia la ciudad en que nació le hizo acometer una obra ingente que solo llegó a completar en su primera parte, Tarancón en la historia. Vol. I: Desde la romanización al final del Antiguo Régimen (1994), sin que nadie, que yo sepa haya asumido la tarea de continuar ese trabajo. Luego, hasta el final de su vida, fue dando nuevas ofertas de divulgación poniendo de relieve la siempre apasionante y nunca agotada temática vinculada a la historia y el arte de nuestra provincia.

Murió en Cuenca el 14 de noviembre de 2016 y dejó, creo yo, un rastro de bonhomía, de cordial acercamiento a los demás, comunicador fácil incluso con un leve toque de ironía si el tema se prestaba. A los cien años del día de su nacimiento me parece justo y necesario dejar aquí constancia de ese hecho y recordar con afecto y respeto a quien siempre fue don Dimas.

 

 

 

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