Probablemente, Cuenca
es la única ciudad del mundo que pone en cuestión y discusión el día de su
patrón. Ni a Madrid se le ocurre dudar
de San Isidro, ni a Barcelona de Sant Jordi, ni a San Sebastián del mismo, ni a
los pamplonicas de San Fermín y así hasta el infinito. Por supuesto, podemos
recorrer también los pueblos de la provincia de Cuenca, con un magnífico repertorio
de Santos, Cristos y Vírgenes, todos ellos bien consolidados y sin que a ningún
vecino se le ocurra interponer otro para sustituir al titular.
Pues como Cuenca es
única y lo que pasa aquí no ocurre en ningún otro lugar, resulta que un grupo
de ciudadanos, incluido el partido que actualmente gobierna el Ayuntamiento,
quiere enviar a la reserva al bondadoso e inocente San Julián para que en su
lugar se celebre como día festivo el de San Mateo. El argumento principal es
como para llevarse las manos a la cabeza: porque así conviene a la hostelería. La
votación la han ganado por los pelos los partidarios de mantener a San Julián,
pero los de San Mateo han estado a punto, muy cerca, de darle la vuelta a la
tortilla borrando al patrón de un plumazo.
Luego nos
maravillamos y quejamos y rompemos a llorar por muchas de las cosas que ocurren
por aquí y lo mal que nos tratan los demás, gobiernos incluidos. Pero, ¿quién
nos va a tomar en serio si ni siquiera se respeta al patrón? Qué barbaridad. El grabado que ilustra este comentario es un tapiz bordado en el año 1861.
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