Hace tiempo, un
año quizá, alguien puso la mirada en uno de los pinsapos que hay en la parte
posterior del palacio episcopal, mirando a la hoz del Huécar y el puente de San
Pablo, porque estaba alcanzando una inclinación preocupante, amenazando con
caer y hacer algún tipo de daño indefinido. De inmediato se plantea la
polémica: ¿qué hacer? ¿cortarlo, trasplantarlo, dejar que la naturaleza siga su
curso? La polémica duró cuatro días, el tiempo necesario para olvidar el tema y
hasta hoy. Es un caso más, uno de tantos. Otro es el del puente romano sobre el
Moscas, a los pies de la Casa de la Mota, antes de llegar a La Melgosa; yo
mismo he actualizado el problema generado por esta increíble chapuza promovida
y financiada por la Diputación y tolerada por el Ayuntamiento de Cuenca. ¿Y
qué? Cuando sale a la luz pública, por ejemplo en Facefook, se organiza el
habitual alboroto que dura dos días y luego, otra vez, al olvido. Los
responsables de esta fechoría lo dan por supuesto y solo tienen que dejar que
los olvidadizos conquenses cumplan con su secular costumbre y así las cosas se
pueden mantener indefinidamente. A estos ejemplos se pueden unir otros muchos,
pero yo quiero citar aquí el último, surgido hace apenas poco más de un mes,
cuando la asociación conservacionista Hispania Nostra anunció que incluía en su
lista roja a la iglesia de la Virgen de la Luz,
en la que había detectado serias deficiencias que ponen en peligro este
templo histórica, sobre todo en un sector muy delicado, el de sus hermosas
pinturas en la bóveda. Y se repite el ciclo: salen los comentarios, ponen el
grito en el cielo, se dicen improperios contra el Ayuntamiento. Así, dos días.
Luego, el silencio y después el olvido. Ya nadie habla del pinsapo, del puente
sobre el Moscas, de la iglesia de la Virgen de la Luz. Esta es la tierra de las
noticias fugaces. Si en algún momento apareciera la constancia, el seguimiento,
el rigor, otro gallo nos cantaría.
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