Conviene no exagerar, pero también conviene ser prudentes y cuidadosos, por si acaso.
Este miércoles, el
Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO ha decidido eliminar de la lista a
la zona portuaria de la ciudad de Liverpool, en el Reino Unido. Es la tercera
vez que se toma una decisión de este tipo. Anteriormente ocurrió con el valle
del Elba, en Alemania y el santuario árabe de Oryx, en Omán.
El caso de Liverpool
es peculiar porque lo que se protegía, desde 2004, era el excepcional complejo
portuario, que tomó forma en los siglos XVIII y XIX y había llegado hasta
nosotros conservando sus magníficas características ambientales. Y eso, dice la
UNESCO, es lo que ahora está en peligro, a causa de una desaforada
industrialización de corte moderno, poniendo en peligro “la autenticidad y la
integridad del lugar”.
Desde hace tiempo,
muchas personas estamos mostrando, de un modo u otro, una clara y sincera
preocupación por el deterioro de la ciudad antigua de Cuenca, por motivos bien
conocidos y que no es cosa de reproducir aquí, porque el espacio no permite más
que un breve comentario. Las sucesivas llamadas de advertencia no parecen calar
en quienes tienen la responsabilidad personal e institucional de actuar de
manera contundente para corregir los desmanes, muchos de ellos debidos a
censurables iniciativas públicas pero sobre todo para impulsar, de manera
activa, una decidida recuperación de los valores que llevaron a la ciudad a ser
incluida en la lista del Patrimonio Mundial.
Hay quienes piensan
que esa distinción es inamovible, se da para toda la vida y no hay que hacer
méritos para conservarla. Craso error. Ningún equipo está eternamente en la
División de Honor; al menor descuido, puede perder la categoría y descender.
El caso de Liverpool
debería servir de advertencia. Insisto: no conviene exagerar todavía, porque no
creo que estemos ya en el trance de perder el lugar de privilegio en que nos
encontramos, pero si los descuidos y el desinterés siguen campando por su
cuenta, cualquier cosa puede ser posible en un futuro próximo. Y no hay que
llegar a eso, desde luego. Más vale evitarlo y actuar a tiempo.
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