Metafóricamente, el Museo del Prado se ha venido a dar un
paseo por el parque de San Julián de Cuenca. Es un poco exagerado, claro,
porque unas reproducciones, por muy bien hechas que estén, no se acercan ni
remotamente a la realidad del cuadro auténtico, pero haciendo de tripas corazón
no hay más remedio que aceptar bondadosamente la oferta y eso es lo que parecen
decir cientos de ciudadanos que se acercan a ver estas imágenes, quizá
ilusionados con verlas de cerca si es que nunca tuvieron ocasiones de vivir la
experiencia de contemplarlas en el propio Museo madrileño.
De manera que, por concretar, digamos que la idea está bien
por aquello de cualquier recurso es bueno para incrementar el conocimiento
cultural de las personas.
Pero… (siempre hay un pero, costumbre arraigada que tenemos
algunos). Mientras las obras maestras de El Prado vienen a Cuenca y se exhiben
en el parque de San Julián, las obras insignes de los pintores conquenses
dormitan almacenadas en recintos cerrados a la vista del público. Y aunque
algunos lo venimos diciendo de vez en cuando, no parece que los oídos del
Ayuntamiento de Cuenca se conmuevan lo más mínimo. Claro, que tampoco hay un
clamor popular que demande semejante cosa. Así nos luce el pelo por aquí en
todo.
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