Como ocurre cada vez que se espera un agobio de gente, ahora, por ejemplo, en Semana Santa, el Ayuntamiento de Cuenca pone en marcha esa original medida que consiste en cortar el tráfico de subida al casco antiguo de la ciudad, con lo que se estimula la originalidad creativa de los automovilistas para encontrar un buen motivo que justifique su necesidad de seguir su camino lo que, efectivamente, consigue la mayoría, quizá todos, tras unos minutos de conversación con el guardia situado en San Felipe.
En
ninguna de estas ocasiones, y ya van docenas, al Ayuntamiento de Cuenca se le
ha ocurrido poner en práctica una medida utilísima y cómoda: incrementar la
frecuencia de paso de los autobuses urbanos, con lo que esa necesidad (o deseo)
de trasladarse a la parte antigua encontraría una fácil solución y, además,
barata. Lejos de tal cosa, las inteligencias rectoras de la casa municipal
hacen lo contrario, o sea, reducir a la mitad el número de autobuses con lo que
cual se disuaden las ganas de estar media hora esperando en la parada a que
pase el armatoste de turno.
Así
son las cosas y así vienen pasando un año tras otro: barrera en San Felipe y
los autobuses urbanos descansando. Esta es una ciudad verdaderamente genial.
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