Pedro Romero Sequí ha elegido los días inmediatos a la Semana Santa para colocar en la Sala Iberia una espléndida colección de obras que, si bien tienen un nutrido componente de imágenes propias de esas fechas (materia en la que el artista ha ido desarrollando una amplia especialización) incorpora también otras que corresponden al terreno del paisajismo urbano e incuso al retrato, aspecto este último que deseo destacar porque los tres que presenta el artista en esta exposición son, sencillamente, magníficos.
Pedro
Romero tiene ya acreditada una larga trayectoria artística a la que ahora,
dice, va a dedicarse aún con más intensidad, una vez quede libre de las
obligaciones laborales cotidianas. En este tiempo ha desarrollado una técnica
propia, inconfundible en el trazo y en los elementos añadidos que incorpora en
una sabia combinación del óleo con el material acrílico, que el artista maneja
con singular habilidad. Medio centenar de obras, en su mayor parte de
elaboración reciente, durante el año de pandemia, figura en esta exposición
ciertamente de alta calidad, excelente demostración del alto nivel alcanzado
por Pedro Romero en la búsqueda de un estilo propio que ayuda a que la
contemplación de esta muestra (disponible hasta el 25 de abril) sea un
auténtico deleite sensorial.
En la serie expositiva hay imágenes de Cuenca, algunos paisajes, muchas visiones de la Semana Santa (sin duda, su tema favorito, al menos hasta ahora) y esos retratos infantiles cargados de expresividad, todos ellos marcados por esos garabatos con que el artista intenta aportar una vivacidad comunicativa que cumple perfectamente su objetivo. La obra de Pedro Romero es, desde luego, un placer para los sentidos.
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