domingo, 23 de noviembre de 2025

NO HAY MÉRITOS PARA ESTAR ENTRE LOS MEJORES

 


Nos machacan día sí y día también con las maravillas que ofrece esta tierra nuestra en materia gastronómica, incluyendo en ese apartado las bebidas que son necesarias, convenientes e incluso imprescindibles como compañía para un buen plato. Son incontables las ferias, exposiciones, certámenes, exhibiciones, concursos y todo lo que haga falta para ensalzar platos y bebidas surgidas, elaboradas, aquí. No hace mucho hubo esa gran exhibición a la que llaman Culinaria, donde se dieron cita nombres ilustres de la cocina nacional, incluyendo la autóctona, o sea, la de Cuenca. Cualquiera diría que vivimos en el mejor y más brillante de los mundos posibles, con unos fogones que dan lustre a la vieja historia de esta tierra, como si ahora hubiera encontrado por ese camino una nueva ruta en la que reverdecer antiguas glorias. Somos tan felices que incluso nos lo creemos. Y entonces viene un periódico titulado “El País”, que edita un suplemento dominical que, miren por dónde, ha titulado “La Guía Gastro 2026. Nuestra selección de restaurantes, bares y tiendas”, todas ellas referidas, lógicamente, a lo que estamos diciendo. Van primero artículos sobre temas generales en los que, casi no hay que decirlo, no encuentro ni una sola alusión a los productos de la gastronomía conquense, pero no hago mucho caso de ese pequeño detalle. Será que los periodistas de ese medio estarán mal informados. Vamos a lo que realmente importa: nombres concretos: “Un viaje por algunos de nuestros establecimientos favoritos para esta temporada. Esos lugares a los que queremos volver una y otra vez”. Y empiezo a leer dónde están esos sitios: Mallorca, Cangas del Narcea, Ávila, otra vez Mallorca, Sant Juliá de Ramis (Gerona), Badajoz, Frómista (Palencia), Vera (Almería)… y así hasta el final, hasta la última hoja de esa colección de lugares que, por lo que cuentan de ellos, sirven para hacernos la boca agua. Al final, uno se hace la pregunta inevitable: ¿Y Cuenca? La magnífica, la creativa, la excelente Cuenca, ¿no tiene ni un solo sitio, bar, tasca, cafetería, mesón, restaurante, coctelería, pastelería o lo que sea, con méritos suficientes para estar en esa lista? Pues no, no hay ningún sitio que haya llamado la atención de los visitadores de El País. Así son las cosas.

sábado, 15 de noviembre de 2025

HOJAS DEL ÁRBOL CAÍDAS

 


Una de las quintillas más famosas de la literatura española está tan asentada en el alma de los lectores, que casi surge de manera espontánea a la menor ocasión: “Hojas del árbol caídas / juguetes del viento son: / las ilusiones perdidas, / ¡ay!, son hojas desprendidas / del árbol del corazón”. Curiosamente, por inercia, cuando he preguntado a algunas personas cercanas ha habido una respuesta casi unánime sobre el autor: Bécquer, Gustavo Adolfo Bécquer, al que casi todo el mundo considera el autor romántico por excelencia. Pues no, estos versos no son del escritor sevillano, sino del extremeño José de Espronceda, que se dejó llevar por ese pesimismo existencial que fue un elemento esencial de aquella generación que, si viviera ahora, tendría múltiples motivos para expresar su amargura en versos al menos tan bellos y sentidos como estos. Juguetes del viento son las hojas que caen de los árboles conquenses en estos días otoñales y se acumulan en las aceras de las calles, esperando que llegue la ráfaga ventosa que las lance a cualquier otro sitio o que aparezca el barrendero gentil que las recoja para acumularlas quien sabe en qué cementerio de hojas caídas. Por lo pronto, la ciudad se viste con ellas y adquiere, aunque sea cosa de pocos días, ese panorama amable y vistoso que oculta el frío tono grisáceo de las baldosas.

viernes, 7 de noviembre de 2025

EL SUEÑO DE JAVIER ESTABA EN LA MOGORRITA

 


La muerte, inesperada, de Javier de León, me lleva por los senderos de la memoria a revivir los lejanos, muy lejanos tiempos en que empezó nuestra relación amistosa, continuada hasta ayer mismo en un ambiente muy distinto, como vecinos del barrio antiguo de Cuenca, separadas nuestras viviendas por apenas unos metros, en la misma calle Alfonso VIII. Pero no quiero hablar aquí de vivencias cotidianas sino retroceder hasta el comienzo de nuestra relación, que tuvo un origen profesional: yo era periodista en activo, en “Diario de Cuenca” y Javier empezó a dar la dura y larga batalla para difundir y encontrar apoyos que le permitieran hacer realidad una especie de sueño utópico, pero quizá asequible, en forma de pistas de esquí en La Mogorrita.

Eso, entonces, principio de los años 70 del siglo pasado, sonaba extraño, porque practicar el esquí era sinónimo de gente rica que podía financiarse la estancia durante unos cuantos días en cualquiera de las selectas pistas existentes en España o en Europa y lo que Javier de León pretendía era algo bien diferente, popularizar ese deporte minoritario y hacerlo asequible a cualquier bolsillo.

Él, y un pequeño grupo de amigos, habían empezado a practicar este novedoso deporte en una de las laderas de la zona inferior del Cerro de San Felipe (1836 metros), situado entre Tragacete y La Vega del Codorno, pero en el término municipal de Cuenca. Disponían de medios muy rudimentarios, tanto en la dotación de la precaria pista como en las vestiduras que ellos usaban, muy simples y, desde luego, lejísimos de lo que ahora se utiliza, pero había un problema: la escasa duración de la nieve no facilitaba la práctica del esquí. Hasta que de forma un tanto casual descubrieron que cerca había otro monte que ofrecía mejores perspectivas y así se trasladaron a La Mogorrita (1864 metros), donde ya existía un refugio de montaña instalado por el ICONA y pudieron habilitar una pista de esquí de mejores condiciones que la anterior, contando con que, además, la nieve permanecía activa varias semanas.

Fue entonces cuando Javier de León tomó la iniciativa y se convirtió en líder del grupo de aficionados, con la intención declarada de conseguir estabilizar la iniciativa. Así nació en 1972  el Club Montes Universales que logró del Ayuntamiento de Cuenca la cesión del refugio forestal para usarlo como base de operaciones, emprendiendo una mejora y ampliación de las instalaciones mientras Javier empezaba la larga (y a lo largo infructuosa) batalla para lograr una mayor implicación municipal para poder dar a la precaria pista no solo una utilidad deportiva, sino turística. Fue en ese empeño cuando nos conocimos, porque era un hombre persuasivo, constante, insistente y supo recurrir de manera habilidosa a los medios informativos para lograr apoyos para el proyecto, que llegó a movilizar hasta a 500 personas que por sus propios medios subían hasta La Mogorrita a practicar el esquí. Parece innecesario decir que el Ayuntamiento primero, en aquellos años, y luego la Comunicad Autónoma de Castilla-La Mancha, no mostraron el menor interés por impulsar esa idea, que en las provincias próximas, Teruel y Guadalajara, sí que ha podido prosperar. La pelea con las instituciones duró veinte años. En 1992, Javier de León y sus compañeros de sueños arrojaron la toalla y así terminó todo. Nos quedan los recuerdos, que no es poco.