La muerte, inesperada, de Javier de León, me lleva por los
senderos de la memoria a revivir los lejanos, muy lejanos tiempos en que empezó
nuestra relación amistosa, continuada hasta ayer mismo en un ambiente muy
distinto, como vecinos del barrio antiguo de Cuenca, separadas nuestras
viviendas por apenas unos metros, en la misma calle Alfonso VIII. Pero no
quiero hablar aquí de vivencias cotidianas sino retroceder hasta el comienzo de
nuestra relación, que tuvo un origen profesional: yo era periodista en activo,
en “Diario de Cuenca” y Javier empezó a dar la dura y larga batalla para
difundir y encontrar apoyos que le permitieran hacer realidad una especie de
sueño utópico, pero quizá asequible, en forma de pistas de esquí en La
Mogorrita.
Eso, entonces, principio de los años 70 del siglo pasado, sonaba
extraño, porque practicar el esquí era sinónimo de gente rica que podía
financiarse la estancia durante unos cuantos días en cualquiera de las selectas
pistas existentes en España o en Europa y lo que Javier de León pretendía era
algo bien diferente, popularizar ese deporte minoritario y hacerlo asequible a
cualquier bolsillo.
Él, y un pequeño grupo de amigos, habían empezado a practicar este
novedoso deporte en una de las laderas de la zona inferior del Cerro de San
Felipe (1836 metros), situado entre Tragacete y La Vega del Codorno, pero en el
término municipal de Cuenca. Disponían de medios muy rudimentarios, tanto en la
dotación de la precaria pista como en las vestiduras que ellos usaban, muy
simples y, desde luego, lejísimos de lo que ahora se utiliza, pero había un
problema: la escasa duración de la nieve no facilitaba la práctica del esquí. Hasta
que de forma un tanto casual descubrieron que cerca había otro monte que
ofrecía mejores perspectivas y así se trasladaron a La Mogorrita (1864 metros),
donde ya existía un refugio de montaña instalado por el ICONA y pudieron
habilitar una pista de esquí de mejores condiciones que la anterior, contando
con que, además, la nieve permanecía activa varias semanas.
Fue entonces cuando Javier de León tomó la iniciativa y se
convirtió en líder del grupo de aficionados, con la intención declarada de
conseguir estabilizar la iniciativa. Así nació en 1972 el Club Montes Universales que logró del
Ayuntamiento de Cuenca la cesión del refugio forestal para usarlo como base de
operaciones, emprendiendo una mejora y ampliación de las instalaciones mientras
Javier empezaba la larga (y a lo largo infructuosa) batalla para lograr una
mayor implicación municipal para poder dar a la precaria pista no solo una
utilidad deportiva, sino turística. Fue en ese empeño cuando nos conocimos,
porque era un hombre persuasivo, constante, insistente y supo recurrir de
manera habilidosa a los medios informativos para lograr apoyos para el proyecto,
que llegó a movilizar hasta a 500 personas que por sus propios medios subían
hasta La Mogorrita a practicar el esquí. Parece innecesario decir que el
Ayuntamiento primero, en aquellos años, y luego la Comunicad Autónoma de
Castilla-La Mancha, no mostraron el menor interés por impulsar esa idea, que en
las provincias próximas, Teruel y Guadalajara, sí que ha podido prosperar. La
pelea con las instituciones duró veinte años. En 1992, Javier de León y sus
compañeros de sueños arrojaron la toalla y así terminó todo. Nos quedan los
recuerdos, que no es poco.
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