Uno de los episodios más esperpénticos que se han conocido (y vivido) en la ciudad de Cuenca fue la disparatada pretensión de conseguir el título de Capital Europea de la Cultura para el año 2016. El propósito se puso en marcha el 12 de febrero de 2007, con el habitual acto de rimbombante ceremonia, discursos incluidos. Como es habitual en los mecanismos protocolarios vigentes en Cuenca, todo el mundo dio por supuesto que, con solo decirlo, ya teníamos el título en el bolsillo. El problema llegó cuando alguien cayó en la cuenta de que era preciso trabajar, proyector, hacer planes, preparar un presupuesto, buscar dinero y echarle imaginación a la cosa. Era más sencillo ponerse a discutir unos con otros y en eso se fue el tiempo: que si la culpa es del Ayuntamiento de Cuenca, que si la culpa es de la Junta de Comunidades, pelota va, pelota viene, como siempre, y entre si son galgos o son podencos llegó el día de presentar la candidatura de Cuenca y, como se puede suponer, el jurado lo tuvo muy fácil y nos eliminó a la primera, sin contemplaciones. Ahora, la misma idea la tienen en Toledo, que aspira a obtener ese título para el año 2031. Dice el presidente actual de la Junta, Emiliano García-Page, que “trabajaremos con tesón para lograr el objetivo”. Suerte compañeros toledanos y que tengáis más suerte de lo que entonces hubo en Cuenca.
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