Es muy consolador cruzar las puertas del Museo de Arte Abstracto y volver a encontrar en su sitio de siempre, el caballito de Chillida, el maravilloso Abesti Gogorra IV, esa tremenda y emblemática obra formada por piezas de madera ensambladas entre sí, que desde la inauguración está colocada en la entrada, como singular forma de darnos la bienvenida a los visitantes. Ahora ha regresado a Cuenca, al Museo, junto con las demás obras que durante dos años han estado viajando por el mundo. El pretexto, recordemos, fue la necesidad de llevar a cabo obras de climatización por lo que fue preciso vaciar algunas salas y por ello la Fundación March puso en marcha una exposición itinerante denominado El pequeño museo más bello del mundo. Cuenca, 1966: una casa para el arte abstracto.
Unas 40 obras fueron elegidas para formar esta muestra viajera, y
entre ellas se han encontrado títulos muy significativos de Manuel Millares,
Antonio Saura, Jorge Oteiza y, naturalmente, Fernando Zóbel. Con ellas se ha
llevado a varios países un panorama muy significativo del arte español del
último medio siglo y, naturalmente, del que tiene acomodo en Cuenca. La gira
empezó el 9 de junio de 2022 en el Centro José Guerrero, de Granada; pasó en
septiembre a la Fundació Catalaunya La Pedrera y Fundacio Suñol, en Barcelona; en
enero de 2023 llegó al Meadows Museum, de Dallas, Estados Unidos y en
septiembre volvió a Europa para hacer parada en el Museum Koblenz, de Coblenza,
Alemania y de allí volvió, en febrero de este año, para hacer una etapa final
en la sede de la Fundación Juan March, en Madrid, como antesala a su definitivo
retorno a Cuenca, donde ya están todas las piezas instaladas donde las hemos
conocido durante docenas de años. Y entre ellas, la primera de todas, la que
nos recibe siempre y nos da la bienvenida. Uno se siente muy a gusto sabiendo y
viendo que todo está en su sitio.
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