sábado, 11 de mayo de 2024

ESPERANDO EL ALUVIÓN

 


Antiguamente (o sea, antes de la pandemia), las terrazas estaban vinculadas al buen tiempo. En invierno, sillas, mesas y sombrillas permanecían cuidadosamente almacenadas en el interior de cada local y sólo las sacaban cuando las crónicas meteorológicas anunciaban la llegada del calorcillo primaveral. Eso era antes. La realidad del momento es que las terrazas se han convertido en parte integrante y sustancial del paisaje urbano, para desesperación de los bares que no tienen posibilidad de ocupar aceras o plazoletas inmediatas y que ven, supongo que con lógica envidia, la suerte que tienen sus colegas de otros lugares más propicios. El caso es que ahora las terrazas están disponibles todo el año, siempre preparadas para recibir la avalancha de usuarios que en cuanto puedan se van a disputar los lugares disponibles. Aquí vemos ésta, una de las muchas que hay en el casco antiguo, todavía vacía a esta hora de la mañana, pero no hay que preocuparse: dentro de un rato habrá bofetadas por conseguir una de las mesas. Es lo que tiene el tiempo en que vivimos.

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