La advertencia es clara y el cartel lo dice de manera terminante: este edificio está a punto de desaparecer, tan pronto la piqueta en forma de máquina destructora comience a actuar y lo hará, desde luego, de manera implacable, hasta no dejar en su sitio ni un ladrillo. Los interiores y complementos ya han sido desguazados y solo queda que se cumpla el destino marcado. Es la calle Alonso de Ojeda, número 14 y aunque el edificio actual no ofrece especiales atractivos arquitectónicos, formaba parte del paisaje urbano. Su inminente derribe abre, como siempre en estos casos vinculados al casco antiguo de Cuenca, el pasmoso interrogante: ¿qué surgirá en su lugar? La obra nueva, ¿merecerá tener la consideración de elemento visual adecuado al entorno o se producirá algún desafuero estético? Lo veremos pronto, porque la cosa no va a dilatarse mucho.
Y a la vez, cerca de ese edificio, hay otro
igualmente amenazado y con motivos, todo hay que decirlo, porque su estado depauperado
no permite una recuperación consoladora. Está en la calle de los Tintes, número
15 y como pasa con el anterior, tiene los días contados, para dar lugar a un
atractivo solar que hace pareja con el que hay al lado, hundido hace ya un buen
montón de años. Como en el caso anterior, veremos qué se hace en su lugar, en
un espacio urbano tan delicado como es la singular calle de los antiguos
tintadores de lana.
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