lunes, 15 de mayo de 2023

GANAS DE ESTROPEAR LA IMAGEN DE LA CIUDAD

 


Como todo el mundo sabe, estamos inmersos en campaña electoral y eso significa que nuestras vidas se encuentran condicionadas por todo lo que semejante ceremonia lleva consigo y que cada cual asimila de la mejor forma que puede, sobre todo si somos simples ciudadanos, meros espectadores del espectáculo que esperan, con paciencia y mansedumbre, que llegue el momento clave de ir a la mesa electoral y depositar el voto. Lo que ocurre mientras, como digo, se lleva según el espíritu y el ánimo personal. Por supuesto, quienes están implicados en el festín, como candidatos o como acólitos adictos a un partido político, lo asumen con el mayor de los entusiasmos. Sobre esas cosas no diré yo nada, que la libertad consiste precisamente en eso, en actuar según los propios criterios. Pero hay una parte de las campañas electorales que me resultan especialmente desagradables por el resultado, feo, incómodo y antiestético: los carteles espantosamente pegados en feos cartelones que resultan perfectamente inútiles (no sirven para lo que pretenden) y contribuyen a ensuciar una ciudad ya de por sí bastante sucia. En estos tiempos, el mundo del diseño gráfico, el de la comunicación visual, el de los mensajes subliminales, ha evolucionado de tal manera que estos horrorosos cartelones que pueblan las calles de Cuenca parecen sacados de un mal sueño del pasado. Y, encima, quienes hacen las pegadas no tienen el menor cuidado en que el resultado sea, por lo menos, ordenado y presentable. Así que ya me dirán ustedes para qué sirven estos cartelones. A lo mejor hay suerte y la próxima vez (que será en diciembre) ya no los ponen.

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