Hubo un tiempo, no se si mejor o peor que el actual (vamos a dejarlo en diferente) en que cada 27 de marzo era celebrado de manera específica: con una representación teatral precedida de la lectura del mensaje preparado para ese año por una personalidad relacionada con la actividad dramática. Ocurría tal cosa en el escenario del Teatro-Auditorio de Cuenca, cuando yo lo dirigía y era una ocasión muy especial, a la que se sumaban, con cierto aire de jolgorio, los aficionados al teatro, que por fortuna son muchos.
El Día
Mundial del Teatro fue creado por el Instituto Internacional del Teatro en el
año 1961, con el objetivo de dar a conocer a la sociedad lo que el teatro
representa a nivel mundial como propuesta incardinada en la cultura. Es
costumbre, como digo, que el Instituto invite a una figura muy representativa,
dramaturgo, actor, director, a escribir un mensaje que es leído públicamente
antes de la representación que, se supone, ese día tiene lugar en todos los
teatros del mundo. Al menos, creo, en el mundo civilizado, porque a lo peor hay
países (pienso siempre en las desdichas del pueblo afgano) que no tienen la
menor oportunidad de participar en esta fiesta mundial.
El
primer mensaje fue escrito por el dramaturgo y cineasta francés Jean Cocteau; le
han seguido personalidades como Arthur Miller, Laurence Olivier, Pablo Neruda,
Richard Burton, Antonio Gala, Humberto Orsini, John Malkovich, Darío Fo. Peter
Sellars lo hizo el año pasado y en el actual el honor ha correspondido a la
actriz egipcia Samiha Ayoub.
Este
año en Cuenca no se ha celebrado el Día Mundial del Teatro. Me gustaría decir
que se ha producido un enorme clamor de protesta, pero ya saben que no es verdad.
El único lamento por semejante pérdida es el que sale de estas palabras.
La foto
corresponde a una representación de El precio, de Arthur Miller, con
Juan Echanove y Rosa Manteiga (Foto Fotovídeo Producciones]
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