martes, 21 de marzo de 2023

POR LO MENOS, SE DESAHOGAN CON PANCARTAS

 

La pacífica vida de nuestros pueblos, acostumbrados siempre a la docilidad derivada de la obediencia ante los que mandan, se encuentra ligeramente alterada en los últimos tiempos a cuenta de ese despliegue, sin duda excesivo, que están llevando a cabo las empresas cárnicas, empeñadas en levantar granjas enormes para el cebo y consiguiente sacrificio de ingentes cantidades de cerdos. El pretexto para estas cosas es el mismo, siempre el mismo: dinero, riqueza, beneficios económicos, quizá algún puesto de trabajo. Otras cuestiones tangenciales, como la sanidad, la higiene, la pureza del medio ambiente, la contaminación y demás insignificancias no merecen especiales consideraciones, a las que se pliega, con la debida prudencia, el poder político que siempre está midiendo en votos lo que sucede a su alrededor. Una vez, hace tiempo, se me ocurrió preguntar, inocentemente, que si los españoles estábamos en condiciones de consumir tanta carne de cerdo. El interlocutor, buen conocedor de lo que se está cociendo, me miró de la forma que se mira a los tontos ignorantes y contestó, displicente: los españoles no, pero los chinos son mil millones y están esperando que les llegue esta carne.

Poderoso señor es Don Dinero y si viene de China, puede arrasar lo que se le ponga por delante. Aquí, los pueblos, sólo pueden consolarse poniendo pancartas y letreros en puertas y ventanas. Y si es en la carretera, a la vista de todo el que pase por allí, mejor que mejor.

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