Vuelven a abrirse las puertas de la iglesia de San Felipe, al menos los viernes y para satisfacer la incontenible demanda de los fieles seguidores del Jesús de Medinaceli. La que sin duda es, por ese motivo y por otros varios, una de las más populares iglesias de Cuenca, a pesar de no tener carácter parroquial, se vio inesperadamente castigada con el ostracismo, o sea, el cierre de sus puertas, a causa de la súbita muerte del sacerdote que la cuidaba, Manuel Moset. Esta pérdida ha causado un curioso sobresalto en la habitualmente consolidada estructura religiosa, que no ha encontrado todavía la forma de sustituir al fallecido. Recordemos -o lo diré, por si alguien no lo sabe- que la iglesia de San Felipe es un oratorio, fundado en el siglo XVIII por los hermanos Carvajal y Lancaster y sujeta, por tanto, a una regulación especial. En la actualidad, está adscrita a la parroquia de El Salvador y tenía un funcionamiento prácticamente autónomo, que se encargaba de gestionar el sacerdote fallecido. Desde este suceso, la iglesia ha permanecido cerrada a cal y canto, porque fueron suspendidas no solo las misas que el citado clérigo decía, sino también las visitas turísticas, que eran abundantes. La situación no se ha regularizado todavía, pero al menos, coincidiendo con la llegada de la cuaresma, el templo se ha vuelto a abrir a partir del último viernes, en que un auténtico gentío lo estuvo ocupando durante todo el día, en su mayor parte para cumplir con el rito de la visita al Medinaceli. Ahora falta por esperar que este remedio provisional, en función de las actuales fechas del calendario religioso, se consolide y que San Felipe vuelva a estar abierto con la normalidad deseable.
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