viernes, 10 de marzo de 2023

CIERRAN DOS HISTÓRICOS DE LA FOTOGRAFÍA


   

No es ningún descubrimiento novedoso que entre las muchas cosas que han cambiado en nuestro mundo durante los últimos años, una de las más acentuadas es la que tiene que ver con la fotografía. Primero entraron en tromba las cámaras digitales que suponían un ataque frontal a la hasta entonces vigente técnica analógica que obligaba al uso de película en negativo que era preciso revelar y luego positivar, con la secuela final de coleccionar las fotos en álbumes, sobres o el bolsillo de la chaqueta, a gusto de cada cual. Empezó, pues, la agonía de los establecimientos dedicados al revelado de fotografías, que aún pudieron sobrevivir un tiempo mientras se iba imponiendo el uso de las cámaras digitales, pero la puntilla llegó con los teléfonos móviles, ideados inicialmente para hablar pero a los que el siempre creativo e inventivo ser humano decidió incorporar una pequeña cámara, que luego fue desarrollándose y mejorando hasta convertir el utensilio en un elemento muy eficaz en la captación de imágenes, de manera que ahora prácticamente todo el mundo se dedica a hacer fotos con sus móviles, salvo algunos seres prehistóricos que nos empeñamos en salir a la calle y viajar con una cámara al hombro. En todo este trajín, los antaño necesarios laboratorios fotográficos han ido entrando en decadencia; alguno puede sobrevivir mediante ciertos procesos de adaptación, pero otros han caído en manos de la falta de utilidad y cuando sucede tal cosa no hay más remedio que desaparecer. Eso es lo que han hecho, casi simultáneamente, dos establecimientos históricos situados en Cuenca. Aguilar estaba en Carretería y su cierre ha sido total y tajante, de manera que ya no queda señal alguna tras la verja cerrada a cal y canto. Pascual sigue estando en Calderón de la Barca y aunque aparentemente sigue abierto, lo cierto es que hace mucho que sus puertas permanecen cerradas. Curioso: Luis Pascual llegó a Cuenca como ayudante en casa de Aguilar y luego se independizó. El destino ha unido a los dos en su trance final. Así son las cosas de la vida.


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