Una de dos, o los
ciudadanos generamos cada vez más porquería en nuestras casas y locales
comerciales o el servicio de limpieza callejera funciona cada vez peor o con
más lentitud. O, a lo peor, son las dos cosas juntas. El caso es que cualquier
recorrido por las calles de Cuenca nos ofrece, de manera sistemática en todas
partes, el mismo penoso espectáculo de contenedores llenos a rebosar y los
recipientes de basura, o cajas de cartón, o plásticos, amontonándose en los
alrededores. Estos que aquí acompaño son imágenes reales, tomadas al albur
callejero, en lugares muy céntricos de la ciudad y ahí están y ahí permanecen
durante horas y horas, quizá días, alimentándose de manera constante, porque la
generación de desperdicios parece no terminar nunca, antes al contrario, se
enriquece de manera progresiva, como si suciedad y porquería atrajeran a más
integrantes de tan curioso cortejo. El ser humano, tan inventivo y creador,
debería encontrar la fórmula de evitar estos penosos espectáculos. Lo malo, voy
pensando, es que ya estamos tan acostumbrados que nos parece normal ver las
calles convertidas en un gigantesco basurero permanente.
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