De forma inesperada, quienes mandan han decidido cesar al subdelegado del Gobierno en Cuenca, Juan Rodríguez Cantos, uno de los escasos ejemplos conocidos de político metido a literato, o al revés. Por aquí puedo recordar a Alicio Garcitoral, novelista, que fue gobernador durante la República y a Gabriel Juliá Andréu, que durante el primer franquismo, mientras perseguía ferozmente a los maquis hasta lograr eliminarlos, se dedicaba a escribir ensayos filosóficos y literarios. En la modernidad democrática solo recuerdo ahora el caso de Juan Rodriguez Cantos, profesor de Literatura en un instituto y novelista en ciernes, que durante los últimos dos años ha sido el titular de la Subdelegación.
Hasta ahora, que le ha llegado el cese fulminante. Según cuentan
las lenguas viperinas que saben de los entresijos de la política su pecado ha
sido discrepar en un tema tan capital como el del ferrocarril. Por razones
totalmente misteriosas, el partido que gobierna ha decidido eliminar el tren
por Cuenca y todos sus miembros siguen dócilmente las consignas superiores.
Juan Rodríguez Cantos ha discrepado pensando, como las personas sensatas, que
ese proyecto es una barbaridad. Y ya se sabe lo que pasa cuando alguien se
mueve en la foto. O, por decirlo en plan
literario, cuando aspira a ser un verso suelto en la sinfonía monocorde de los
asentimientos sin discusión.
En la despedida, el profesor literato ha sido correcto y
elegante: “2018: mi nombramiento como
subdelegado del gobierno es un complemento circunstancial de lugar y tiempo.
2022: vuelvo a mis clases de Lengua y Literatura: Qué descansada vida la del
que huye del mundanal ruido…Fray Luis de León. Gracias a cuantos me habéis
ayudado”.
Su sustituta, sin duda, tendrá buen cuidado en ser dócil y
obediente.
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