La muerte del compositor Luis de Pablo trae
necesariamente el recuerdo de una época en la que su presencia era cosa
habitual y corriente en Cuenca, a donde venía con frecuencia a trabajar,
componer e impartir lecciones a los alumnos del conservatorio interesados en
seguir de la mano y la voz de un maestro los últimos movimientos de la música
contemporánea. Era una época, que parece tan lejana y sin embargo es muy
reciente, casi de ayer mismo, y sin embargo ha desaparecido sin dejar rastro,
de manera que casi nadie recuerda aquel entusiasmo, aquellas novedades, aquel
estar al día en el ámbito de la cultura. Hasta que no de sus protagonistas
muere y entonces algunos (no todos) lo recordamos. Con nostalgia y, quizá, con
algo de pena.
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