domingo, 11 de julio de 2021

PARA QUÉ SIRVE UN MINISTRO DE CULTURA

 


      Naturalmente, esta es una insinuación retórica: un ministro de Cultura debería servir para mucho, hasta llegar a ser casi imprescindible en la estructura de un gobierno, y así sucede en muchos lugares civilizados y cultos de nuestro ámbito geográfico. No es el caso de España, donde la enloquecida transmisión de competencias a las Comunidades Autónomas (en la mayoría, la Cultura les importa un pimiento) desmanteló las que deberían seguir siendo propias del Estado y así ocurre que desde hace mucho, en los sucesivos gobiernos, el ministro de Cultura es una especie de florón que sirve para adornar  la foto del gabinete cuando posa delante del Palacio de la Moncloa. El último titular, José Manuel Rodríguez Uribes no ha sido ni siquiera eso; desaparecido desde el primer día, llega al final de su mandato dejando tras de sí nada. Le sustituye Miquel Iceta y aunque es previsible que tendrá las manos tan atadas como todos sus antecesores, se puede imaginar que de su verborrea y alegría comunicativa surjan algunas ideas renovadoras que vengan a dar lustre a este apagado departamento ministerial.

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