Hay un problema con los famosos, famosillos o famosetes que tienen
carta blanca para salir en los medios de comunicación (si es en cualquiera de
las televisiones, mejor) y soltar por su boca cualquier sandez que se les
ocurra, sabiendo de antemano que tendrán una amplia repercusión porque siempre
habrá miles de personas dispuestas a tragar cualquier basura que se les ponga
delante de los ojos. La cosa no es nueva, viene de muy atrás, pero quizá ahora
tiene un impacto mayor porque esos mentecatos toman como tema de su discurso la pandemia sobre la que
imparten doctrina metafísica desde la más solemne incultura y desconocimiento.
Y consiguen influir, claro que sí, en esa población desprotegida y manipulable,
cualquiera que sea el foco de donde parte el mensaje, artero y malicioso.
Porque son malvados y ejercen voluntariamente de tales.
Por eso hay rasgamiento de vestiduras y voces escandalizadas. Pero
yo creo que el problema no lo tienen estos personajes (Victoria Abril, Miguel
Bosé, Tamara Falcó) encumbrados a unos pedestales artificiosos, en los que se
pavonean con orgullosa satisfacción. El problema, desde mi punto de vista, está
en los informadores que contribuyen con su pasividad desconcertada a que estos
deslenguados se salgan con la suya. Era penoso ver a Jordi Évole navegando
entre dos aguas mientras el necio Bosé ponía de relieve su desvarío mental
apoyado en una retahíla de infamias a cual más desdichada; eso sí, como
consuelo hay que admitir que la entrevista puso de manifiesto que el antiguo
niño bonito es hoy un pobre desecho humano que solo merece comprensiva piedad.
Tres cuartos de lo mismo ha ocurrido con la niña tonta Tamara Falcó
pavoneándose y burlándose de Pablo Moto, tan atrevido cuando le conviene y tan
papanatas en este caso. Y así podríamos seguir comentando cosas y casos,
incluido el del listo rapero Pablo Hásel, que tuvo su momento de gloria hace un
par de meses, encumbrando por el necio colectivo de la prensa y hoy totalmente
olvidado, como si no hubiera existido nunca.
Porque ese es el consuelo que nos queda. Menos mal que somos una
especie olvidadiza, capaz de pasar en dos días de un extremo a otro. Los necios
de hoy están en candelero pero, ¿alguien se acuerda de los que estaban hace
quince días o un mes o un año?
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