martes, 20 de abril de 2021

DAR VOZ A LOS NECIOS

 


Hay un problema con los famosos, famosillos o famosetes que tienen carta blanca para salir en los medios de comunicación (si es en cualquiera de las televisiones, mejor) y soltar por su boca cualquier sandez que se les ocurra, sabiendo de antemano que tendrán una amplia repercusión porque siempre habrá miles de personas dispuestas a tragar cualquier basura que se les ponga delante de los ojos. La cosa no es nueva, viene de muy atrás, pero quizá ahora tiene un impacto mayor porque esos mentecatos toman como tema  de su discurso la pandemia sobre la que imparten doctrina metafísica desde la más solemne incultura y desconocimiento. Y consiguen influir, claro que sí, en esa población desprotegida y manipulable, cualquiera que sea el foco de donde parte el mensaje, artero y malicioso. Porque son malvados y ejercen voluntariamente de tales.

Por eso hay rasgamiento de vestiduras y voces escandalizadas. Pero yo creo que el problema no lo tienen estos personajes (Victoria Abril, Miguel Bosé, Tamara Falcó) encumbrados a unos pedestales artificiosos, en los que se pavonean con orgullosa satisfacción. El problema, desde mi punto de vista, está en los informadores que contribuyen con su pasividad desconcertada a que estos deslenguados se salgan con la suya. Era penoso ver a Jordi Évole navegando entre dos aguas mientras el necio Bosé ponía de relieve su desvarío mental apoyado en una retahíla de infamias a cual más desdichada; eso sí, como consuelo hay que admitir que la entrevista puso de manifiesto que el antiguo niño bonito es hoy un pobre desecho humano que solo merece comprensiva piedad. Tres cuartos de lo mismo ha ocurrido con la niña tonta Tamara Falcó pavoneándose y burlándose de Pablo Moto, tan atrevido cuando le conviene y tan papanatas en este caso. Y así podríamos seguir comentando cosas y casos, incluido el del listo rapero Pablo Hásel, que tuvo su momento de gloria hace un par de meses, encumbrando por el necio colectivo de la prensa y hoy totalmente olvidado, como si no hubiera existido nunca.

Porque ese es el consuelo que nos queda. Menos mal que somos una especie olvidadiza, capaz de pasar en dos días de un extremo a otro. Los necios de hoy están en candelero pero, ¿alguien se acuerda de los que estaban hace quince días o un mes o un año?

 

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