jueves, 18 de marzo de 2021

LOS AÑOS CRUCIALES DE CUIXART

 


    No sé si un buen número de conquenses sigue manteniendo en vigor una sana costumbre asumida a mediados del siglo XX, cuando casi era una ceremonia ritual subir de vez en cuando al Museo de Arte Abstracto, recibir la bienvenida, siempre cálida, de Chillida, pasear por sus salas, detenerse con pasmada admiración ante Brigitte o Geraldine, ambas de Saura, sentirse reconfortados con las delicadas sugerencias de Zóbel, o deslizarse, con la confianza que da el saber que uno está en su propia casa, entre Palazuelo, Torner, Sempere, Mompó, Canogar, Guerrero, el único Tapiès o tantos otros amigos a los que mirábamos como seres cercanos, compañeros de viaje.

     Han cambiado mucho las cosas en estas décadas y aunque ahora hay en Cuenca una pimpante Facultad de Bellas Artes y otros muchos artistas que no llegaron a conocer a aquellos precursores, nos queda la duda (al menos, a mí) de si estas nuevas generaciones participan de aquel rito devocional que nos impulsaba a ir una y otra vez al pequeño pero encantador Museo en el que se nos abrían las puertas a otro mundo de bellas sugerencias ante el que era conveniente dejar en la puerta las miserias de lo cotidiano.

     El Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (qué bonito decir el título completo), ahora gestionado de forma que yo diría brillante, por la Fundación Juan March, nos regala de vez en cuando con propuestas de un calibre que supera todo lo imaginable, hasta llegar al pasmo. Pues eso es lo que produce la contemplación de la enorme exposición antológica dedicada a Cuixart, que estos días primaverales va a estar disponible hasta el 30 de mayo y que viene a ser un despliegue abrumador del arte desarrollado por uno de los más eficaces artífices de la vanguardia en nuestro país. Una excelente ocasión para recuperar (quienes la hayan perdido) la costumbre de darse una vuelta de vez en cuando por el Museo o, para los más jóvenes, descubrir por dónde van los caminos que llevan a un mundo diferente y encontrarse con una personalidad arrolladora que se envolvió en la materia para dejar paso a un pensamiento cósmico y metafísico.

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