jueves, 19 de noviembre de 2020

HAY MUSEOS ABIERTOS

 

 


            De una manera elegante, sencilla, sin alharacas especiales, como si fuera algo totalmente normal (dentro de la nueva normalidad, podríamos decir), el Museo Nacional Reina Sofía pone en marcha una muy atractiva exposición, dedicada a Piet Mondrian y la revista De Stifl que él impulsó y con la que dio entrada a una nueva manera de concebir el arte, a partir del predominio casi absoluto de las líneas rectas y los colores rotundos, llamativos. Los aficionados, curiosos o gentes de la cultura en general, pueden verla en Madrid desde el pasado día 11, en que se inauguró, hasta el 1 de marzo del año que viene.

            Con la misma elegante discreción, el Guggenheim de Bilbao ha abierto igualmente sus puertas para ofrecer al interés colectivo la que igualmente parece ser una muy excelente exposición, en este caso dedicada a la obra de Vassily Kandinsky, considerado un pionero de la abstracción, un auténtico innovador del arte que empezaba a definirse a comienzos del siglo XX. Su obra podrá verse en este magnífico museo hasta el 23 de mayo.

            Aplaudo y envidio a estos museos, uno en la capital del reino, otro en la antiguamente brumosa capital del norte. Los envidio porque ellos no tienen ningún problema con el coronavirus y por tanto pueden montar exposiciones tranquilamente, y abrirlas al público que, como se suele decir, con medidas de seguridad, con distanciamiento entre personas, con la mascarilla puesta, desde luego, y demás martingalas inventadas para controlar esta situación, puede ir a verlas. Y me pregunto, como el incauto que soy, por qué en otros sitios no se aplican tales privilegios y los museos y salas de exposiciones tienen que estar cerrados a cal y canto.

            La respuesta es sencilla: siempre ha habido categorías y distinciones.

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