Algunas personas tenemos una especie de
sentido reverencial hacia el libro, a todo lo que rodea este concepto, desde
los escritores a los libreros, pasando por los diseñadores, los maquetadores,
los impresores, los editores, los distribuidores y todas las etapas intermedias
que permiten la existencia de una industria cultural que si no es el soporte básico
de la economía nacional sí tiene su interés e importancia, sin dejar de lado,
ni mucho menos, su enorme valor en el seno de eso que llamamos Cultura. Todo
este introito generalista es para señalar el impacto negativo, por no decir
desagrado, que me ha producido ver que el escaparate de una librería de Cuenca,
ante el que me paré para contemplar las últimas novedades literarias que suele
exponer en ese mirador, ha sido transformado para recibir imágenes relacionadas
con la Semana Santa, como si esta ciudad no tuviera ya bastante sobre este
asunto y en tantos sitios. Un escaparate de librería no debería perder ese
sentido y transformarse en lo que no es. Así lo pienso y así lo digo.
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