viernes, 11 de agosto de 2023

LUMINOSOS DÍAS DE GIRASOLES

 

     Como cada verano, cuando llegan los días cálidos del mes de agosto, los campos de una gran parte de la provincia de Cuenca se cubren del luminoso cromatismo de las hermosas tortas de girasol, que aportan al paisaje, generalmente severo, de las tierras ocres o grises en que se asientan, un aspecto bien diferente al rigor propio de los meses invernales. Apenas terminan las faenas de la siega, cada vez más tempranas, como está ocurriendo con todo, llega el momento de la simbra del girasol. No se cuales son los datos actuales, pero a simple vista se podría decir que todo lo que no es monte ni viñedo ha sido ocupado por el helianthus annuus, que en algunos sitios llaman directamente mirasol. Aunque ya lleva tiempo asentado en Cuenca, en realidad es un  cultivo moderno, que apareció hacia mitad de la década de los años 60 del siglo pasado, como una propuesta alternativa a los tradicionales cereal, leguminosas y vid, de manera que en 1969 había apena una superficie de 3.800 has., aunque en la comarca de Tarancón se cultivaba desde tiempo inmemorial el girasol blanco para el consumo de sus pipas una vez tostadas que eran adquiridas por las industrias de embolsado y tostado de la comarca y que, por cierto, dieron justa fama a la localidad.

      El cultivo racional del girasol en España se había iniciado en Andalucía extendiéndose luego por la zona central del país. En Cuenca, la expansión definitiva se produjo a partir de 1975, con la aparición de los híbridos, que garantizan un aumento de la producción y en el rendimiento en grasas, de forma que en 1976, apenas diez años después de haber comenzado la introducción, la superficie sembrada en la provincia alcanzó las 225.000 hectáreas y era ya en 1979 la segunda zona cultivada en España, después de Andalucía occidental. Al principio, las comarcas situadas a ambos márgenes de la carretera N-III, entre Tarancón y Motilla del Palancar, eran las que ofrecían mayor dedicación al cultivo del girasol pero luego se ha extendido por toda la provincia y ocupa grandísimas superficies, como ocurre por ejemplo en la Alcarria, a la que pertenece esta imagen tomada hace un par de días.

       Cuestiones económicas y agroalimentarias aparte, estas masas ingentes de mirasoles aportan un cálido manto de belleza cromática a nuestras tierras a la vez que vienen a significar que, a pesar de la despoblación, hay gentes que se dedican a mantener en vigor los cultivos agrícolas. No todo está perdido.

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