Los Ayuntamientos, en todas partes, tienen la fea costumbre de cambiar los nombres de las calles cada dos por tres, atendiendo a criterios muy variados, generalmente políticos, como sabemos bien lo que hace que durante bastante tiempo el nombre eliminado se siga utilizando en el habla popular, resistente a aceptar el cambio. En Cuenca un buen ejemplo es el de la Plaza de la Constitución, a la que mucha gente sigue llamando de Cánovas, como si no hubiera pasado nada.
En un bonito lugar de nuestra Comunidad Autónoma, Oropesa, en
la provincia de Toledo, he encontrado un curioso caso que me parece muy
interesante para tenerlo en cuenta. Allí, como en todas partes, también ha habido
baile de nombres y parece que ahora han recuperado los tradicionales, pero con
la buena idea de situar en la placa los títulos anteriores, de manera que es
posible seguir la trayectoria histórica de los nombres que cada calle ha
tenido.
Y así sabemos que la calle del Hospital se llamaba en 1908
del Duque de Frías, durante la República le pusieron Fernando de los Ríos, la
Dictadura se la adjudicó al general Franco y ahora recupera su título de
verdad, el de toda la vida.
Me parece un buen
ejemplo, que se podría imitar sin problemas en otros muchos lugares.
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