miércoles, 19 de enero de 2022

BLANCURA IMPOLUTA DE UNA SALA VACÍA

 


Impresiona (o, al menos, sorprende) ver la Casa Zavala vacía. Un edificio de amplias superficies, perfectamente preparado para recibir y ofrecer exposiciones, dedicado ahora a mostrar una sola obra en una sola de esas salas. Aspidiske es el título de esa solitaria obra, firmada por el conquense Yturralde (José María López Yturralde) que vuelve a su ciudad natal a la llamada de los organizadores del 24¡5 aniversario de la declaración de Patrimonio de la Humanidad con que ahora se adorna el repertorio de títulos tradicionales de Cuenca. Que una exposición se forme con un solo cuadro puede considerarse como una boutade elitista, una originalidad propia de un artista que busca la forma de llamar la atención. Pero lo que sorprende, en este caso, es que para mostrarla se haya elegido un edificio completo. Ahora se puede pasear por la Casa Zavala, subir o bajar escalares de un pido a otro, pasear de acá para allá y admirar los limpios espacios vacíos. Naturalmente, los que saben de estas cosas callan prudentemente, porque aquí, de acuerdo con un principio ya bien asentado, lo mejor es callar, por si acaso al hablar se remueven las tranquilas, sedentarias aguas de una ciudad adormilada. Pero, desde luego, recomiendo la visita a la Casa Zavala. Es muy agradable pasear por sus salas vacías y admirar la blancura de las paredes sin cuadros. Frente al horror vacui de otros muchos sitios, aquí predomina lo contrario.

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