Volvieron
las terrazas, tan deseadas, tan esperadas, pero con tan mala suerte que el
primer día del regalo hizo tan infame tiempo, frío y desapacible, que había que
tener muchas ganas y mucho valor para poder ocuparlas. En esta ocasión, a diferencia
de lo sucedido hace unos meses, cuando volvieron a levantarse las restricciones
y solo uno de los bares de la Plaza Mayor se apresuró a utilizar el regalo,
prácticamente todos han vuelto a abrir sus puertas y colocar mesas y sillas en
ese ámbito generalmente amable. Pero como la suerte (y la benevolencia
climática) no acompañan, el resultado es el que se ve en la foto: terrazas
vacías. Imagino que será cuestión de un par de día y pronto, en seguida,
haremos lo que estamos deseando: poder tomar un café o una caña al aire libre.
Que lo podamos ver.
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