miércoles, 23 de septiembre de 2020

FUE SALA Y YA NO ES NADA

 

 


       Las Escalerillas del Gallo es un lugar urbano bien conocido de todos los conquenses, tránsito muy utilizado para ir de la parte alta a la baja o viceversa y, además, esas escalinatas vienen muy bien a los bares inmediatos para que en ellos se sienten, cerveza en mano, aperitivo en la otra, quienes hacen un alto en el camino.

        Ya no queda ni rastro de la fábrica de harinas que había en ese rincón y que finalmente vino a dar nombre a las Escalerillas. Sí sobrevive, justo al lado, un vetusto y noble edificio histórico, uno de los de mayor empaque arquitectónico de cuantos hay en la ciudad y por ello duele más el maltrato sistemático con que viene siendo castigado El Almudí.

        Sin entrar en generalidades sobre el edificio en su conjunto, sí quiero poner hoy la mirada en un sector de ese noble inmueble histórico, el apéndice que tiene adosado precisamente en las Escalerillas del Gallo y en el que aún campea, irónicamente, la placa que dice Sala El Almudí.

        Porque sala exposiciones fue, de titularidad municipal, cuando el Ayuntamiento tuvo la buena idea de recuperarla para un uso público, social, comunitario, cultural. Eso fue a comienzo de los años 90 del siglo pasado y durante una década la Sala encontró una función digna, porque antes había sido laboratorio, perrera, inspección de la policía urbana y quizá alguna cosa más. Ninguna tan digna y valiosa como Sala de Exposiciones, cumpliendo una labor utilísima durante los años que permaneció abierta. Hasta que la cerraron, sin motivo ni explicaciones. Ahora es nada, un local cerrado, inútil, que bien podría estar dedicado a alguna de las muchas necesidades que hay planteadas en esta ciudad.

 

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